La única forma de anular esta imagen es sobreponer otra con mayor fuerza comunicativa. Conseguir esta imagen requeriría unos cambios que el Vaticano ni quiere ni se ve capaz de realizar
(Juan Pablo Somiedo).- Definitivamente la Iglesia ha tocado fondo. Un fondo, por lo demás, muy enfangado. Años y años de opacidad, falta de transparencia y un incomprensible inmovilismo de la jerarquía han hecho posibles los penosos acontecimientos de los que esta generación es testigo.
Como escribe Manlio Graciano en su libro sobre la geopolítica de la Iglesia, la estrategia seguida por el Vaticano fue siempre situar la religión en el centro de la vida pública a través de discursos sobre la familia como elemento vertebrador de la sociedad, los anticonceptivos, el aborto y la homosexualidad.
Con esto la Iglesia buscaba jugar el papel de «agente moral» tanto en el seno de los Estados como en el ámbito internacional. Toda esta estrategia se ha venido abajo de un plumazo con las revelaciones de vatileaks y los escandalos de pederastia que involucran a muchos cardenales. Visto esto, la estrategia se rebela a propios y extraños como una contradicción «in terminis».
Esto unido a la falta de transparencia y la intencionada ocultación por parte del Vaticano de sus miserias con nombres y apellidos hace de la Iglesia una institución muy poco creible. Mucho me temo, para más INRI, que, finalmente, antes o después, todos vamos a conocer lo que aparece en esos informes, lo quieran o no algunos jerarcas del Vaticano. Pero muchos empiezan a temer que ese informe elaborado por el trio formado por el opusdeísta español Julián Herranz, el eslovaco Jozef Tomko y el italiano Salvatore de Giorgi solo haya escarbado muy superficialmente en la funesta realidad vaticana.
Más que una imagen, que responde a un determinado tiempo, lugar y circunstancia, de lo que estamos hablando es de una película. Una película que abarca años, diferentes lugares del planeta y diferentes circunstancias. Pero lo que seguramente temen en el Vaticano es que esta película de intriga se convierta finalmente en una película histórica en la que se mezclen y relacionen la historia del vaticano en épocas pasadas con los sucesos actuales haciendo de esto un «continuum» que arroja una imagen determinada y nada favorable de la Iglesia.
La única forma de anular esta imagen es sobreponer otra con mayor fuerza comunicativa. Conseguir esta imagen requeriría unos cambios que el Vaticano ni quiere ni se ve capaz de realizar. Entre ellos aceptar que los curas, como cualquier hombre, tienen una dimensión humana y sentimental. Mucho me temo que si el Vaticano no reacciona rápidamente estaremos presenciando el comienzo de una de las etapas más oscuras de la Iglesia. La Iglesia como institución ha dejado de ser creíble, a los cristianos solo nos queda el testimonio de los curas comprometidos que, dicho sea de paso, llevan sufriendo la indiferencia cuando no el ataque directo de la jerarquía durante demasiado tiempo y cada vez son menos y con menos ganas.