Muchos eclesiásticos piensan que la causa de esta anemia valoral es la falta de fe en Dios, Fundamento último de los valores. Olvidan que se puede utilizar la fe en Dios para canonizar egoísmos propios
(J. I. Glez. Faus).- Una encuesta reciente se preocupaba por la falta de valores de nuestra juventud (admitir la violencia, primar el enriquecimiento …). La juventud suele sacar intuitivamente, de lo que han percibido en nosotros y de la visión de la vida que transmitimos, unas consecuencias que nosotros no nos atrevemos a sacar. Por tanto, si la encuesta era exacta debemos preguntarnos qué valores hemos transmitido.
Los valores modelan nuestro ego. Sin ellos el ego (individual o grupal) se erige en valor absoluto. Los egos son como granos de arena, los valores como el agua que puede amasarlos y cohesionarlos. Los valores sostienen el tejido social: sin ellos la sociedad se convierte en un desierto, con tormentas de arena y pequeños oasis. Tras la Declaración universal de los derechos humanos, Simone Weil pidió otra Declaración de los deberes humanos, que no tenemos. Porque reconocer los valores es convertirlos en deberes.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: