La rígida y acrítica fidelidad de los santos a "lo establecido" les impidió preguntarse: ¿Qué "dios" se alimenta de dolor y sangre?
(Jairo del Agua)- Durante siglos nos han enseñado que el pecado del hombre causó una ofensa infinita a Dios. Siendo el hombre un ser finito, no podía reparar esa ofensa infinita. Era preciso alguien infinito para satisfacer el honor de Dios. Por otro lado, al haber sido cometida la ofensa por el hombre, tenía que ser reparada por un hombre. Eso explica que Jesús (Dios y hombre) se encarne, muera y merezca con su muerte (sacrificio con valor infinito por tratarse de un ser infinito) la reconciliación con Dios. Al quedar pagado el justiprecio por todos nuestros pecados, quedamos redimidos y los cielos abiertos.
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