En el día de su martirio, hace 33 años, el Papa emérito y el Reinante hablarán de esas cosas de las que muchos darían todo por enterarse de primera mano
(Guillermo Gazanini).- Una semana ha pasado de la elección del Papa Francisco; su estilo ha cautivado y la esperanza de muchos renace en una primavera prometedora de la Iglesia que vuelva a la sencillez del Evangelio, mirar cara a cara a Cristo y vivir en la humildad. El Papa se desmonta de los aires cortesanos y se aproxima a lo ordinario, a lo monótono, a lo cotidiano, a lo que nada vale. Besa a todos, pide a todos que recen por él, no es aficionado a las pleitesías o a los besamanos y, ¡gran escándalo! Sale de los muros y del refinamiento litúrgico para hacer de la celebración el signo de salvación donde se manifiesta la gracia para entrar en diálogo con el otro, el creyente secularizado, que arquea las cejas al ver los ritos insípidos y discursos imposibles para mentalidades asiduas al impacto mediático. Francisco toca y vuelve al drama humano, a conocer a cada uno, no sólo por su nombre, también en sus necesidades y dificultades. No sólo oye, escucha; no sólo atiende, se compromete.
Dos eventos mayúsculos marcarán este fin de semana en el recién nacido pontificado: el primero, el increíble encuentro de dos que han regido los destinos de la catolicidad. Uno, provocó este pontificado esperanzador; el segundo, ve agradecido al anciano Papa emérito – pensador como el hombre sencillo y valiente que reconoció que otro más fuerte debería llevar a cabo una tarea titánica de reestructuración y reforma; y uno más sonríe desde el cielo, un mártir quien, seguramente, intercede por esos dos obispos que anhelan una Iglesia donde no haya soberbia, corrupción y vergonzosa autosuficiencia. En el día de su martirio, hace 33 años, el Papa emérito y el Reinante hablarán de esas cosas de las que muchos darían todo por enterarse de primera mano, de donde dependerá, quizá en mucho, la subsistencia de la Iglesia católica en el mundo individualista y destructor de Dios que ensalza la independencia y el materialismo.
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