Jesús se presenta sin corona y sin grandes ornamentos, no tiene otra cosa que dar más que amor; no viene a gobernar ni a imponer su voluntad, sino a amar como un hermano
(Elías Pérez, Verbo Divino).- Jesús entra en Jerusalén totalmente convencido de su misión y a pesar del riesgo que conlleva, pues allí se han de enfrentar a él sus adversarios. Sus amigos estaban consternados y un tanto aterrados, pues ya les había anticipado que las cosas no irían nada bien.
Y sin embargo, la liturgia del Domingo de Ramos deja ver esa puesta en escena llena de colorido y actividad de gentes que buscan, que agitan palmas y ramas de olivo como expresión de esperanza, paz y libertad.
El evangelista nos deja ver con todo detalle los preparativos de esta entrada triunfante y con la que culmina el largo camino. Jesús envía a dos de sus discípulos para que le traigan un borrico que nadie ha montado. De este modo quiere cumplir la profecía de Zacarías (Zac 9,9-10), que habla de la entrada del rey Mesías en Jerusalén y de la restauración del reinado de Dios a través de un camino novedoso.
Está cerca la Pascua, y personas venidas de los lugares más diversos acuden a Jerusalén. Las gentes le aclaman como rey y mesías; alfombran el camino con los mantos y gritan: ¡Hosanna!; o sea, ¡Sálvanos! Está claro que las expectativas del pueblo eran otras. Sin embargo, Jesús muestra que el papel de Mesías no es el que la gente se imagina. Jesús no utiliza grandes caballerías ni monturas, sino que entra en Jerusalén montado en un asno. Sorprende su sencillez y pone de manifiesto una vez más su personalidad. Jesús es portador de la paz y Mesías pacífico, y algunos fariseos son incapaces de reconocerlo.
Jesús se presenta sin corona y sin grandes ornamentos, no tiene otra cosa que dar más que amor; no viene a gobernar ni a imponer su voluntad, sino a amar como un hermano.
Jesús no busca grandes aclamaciones, ni cánticos, solamente busca el sentido y razón de vivir.
Este domingo es la antesala de una semana de pasión en la que Jesús va a ser condenado a muerte. Hoy siguen muriendo en tantos y tantos casos de desigualdad, marginación, injusticias, desahucios y otros crucificados. Pero la apuesta de Jesús es una opción decidida contra la muerte y a favor de la vida. Acojamos esta invitación a acompañarle en esa experiencia triunfante y a hacerle presente en nuestra vida personal, familiar, profesional y social.
Para la reflexión:
• ¿Cómo me comprometo en favor de los que sufren por causa de la marginación, la pobreza, la injusticia? ¿Qué puedo hacer para bajarlos de esa cruz?
• ¿Qué actitudes tengo que propiciar en mis relaciones interpersonales para favorecer el desarrollo del reino de Dios?
• ¿Cómo voy a acompañar a Jesús durante las celebraciones de esta Semana Santa?