Una semana para preguntarnos por qué nos cuesta tanto unir fe y alegría
(José Luis Cortés, en Ciclo C RD/Herder).- Ha terminado la Cuaresma; hemos completado ese «cursillo» que Jesús nos ha dado sobre el ser evangelizadores, portadores de su mensaje hoy. Ahora se trata de ponerlo en práctica… y empezamos a encontrarnos con las primeras dificultades.
Por ejemplo, y en primer lugar: nos cuesta alegrarnos, nos resistimos a la alegría; no entendemos por qué deemos estar alegres (DOMINGO: «Hasta entonces no habían entendido»), a pesar del mandato explícito de Jesús (LUNES: «¡Alegraos!»). A nosotros nos va más el llorar, el quejarnos, el lamentarnos (MARTES: «¿Por qué lloras?»); somos torpes para entender la razón de nuestra alegría (MIERCOLES: «¡Qué necios y torpes sois!») y nos quedamos atónitos (JUEVES: «¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón?»), sin atrevernos a dar el paso que nos liberaría (VIERNES: «Ninguno se atrevía a preguntarle quién era»).
Jesús nos reprocha esa resistencia nuestra a echarnos en brazos de la felicidad (SABADO: «Les echó en cara su incredulidad»).
La Pascua es la ocasión ideal para hacer prácticas de alegría.
Una semana para preguntarnos por qué nos cuesta tanto unir fe y alegría.