Las llagas son expresión de identidad, o sea, pertenecen a su nuevo ser de resucitado
(Martín Gelabert, op).- Llama la atención (sobre todo en los evangelios de Lucas y de Juan) que Jesús resucitado tenga tanto interés en mostrar a sus discípulos sus manos y sus pies. ¿Qué tenían de especial sus manos y sus pies?
El relato de la aparición de Jesús a Tomás ofrece una buena orientación. Tomás es el que había dicho: «si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos…, no creeré». Por eso, cuando Jesús se aparece a Tomás, le dice: «acerca aquí tu dedo y mira mis manos». Eran unas manos llagadas. ¿Qué significa esto, un resucitado con llagas? Puestos a ver un martirizado resucitado, uno esperaría ver un cuerpo totalmente renovado, rejuvenecido, limpio, sin heridas ni huellas del martirio. Y, por otra parte, puestos a hablar de resurrección, lo que diría cualquier mentalidad medianamente crítica es que la resurrección es un acontecimiento trascendente, que de ningún modo puede ser vista con ojos de este mundo. El resucitado no vuelve a la tierra, entra en el cielo de Dios.
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