Hasta el Nuncio de Su Santidad, parece haberle amonestado a él y a toda la Conferencia Episcopal Española. "Os contempláis el ombligo", me parece haber leído entre líneas
(Francisco Asensi).- El cardenal Rouco, ronco y malhumorado, como siempre, un poco más si cabe, ha levantado su voz en la asamblea de la Conferencia Episcopal. Se permite reprender al Gobierno por no aprovechar su mayoría absoluta para cambiar la legislación sobre el aborto o poner fin a los matrimonios entre homosexuales. Además, pone en guardia a los políticos católicos contra el amenazante relativismo… Y lo hace, precisamente, el mismo día y a la misma hora en que Rajoy se entrevistaba con el papa Francisco.
¡Ay, el cardenal Rouco sabe que el tiempo de su reinado se acaba irremediablemente! El conservador Benedicto XVI ya no está para apoyarle, y la edad de su jubilación ya se ha cumplido… Con la llegada del papa Francisco, otros vientos (menos rancios y enrarecidos) comienzan a soplar en el Vaticano. Los obispos españoles, aquejados de su torticolis vaticana (Tarancón dixit)) se apresuran a adaptarse a los nuevos modos «franciscanos»… Ni siquiera los catecumenales de Kiko Arguello, que se darán prisa en amoldarse, le serán de gran ayuda… Sic transit gloria mundi!
Hasta el Nuncio de Su Santidad, parece haberle amonestado a él y a toda la Conferencia Episcopal Española. «Os contempláis el ombligo«, me parece haber leído entre líneas.
«Pienso que, por parte de todo episcopado (dijo el Nuncio), merece una particular atención la consideración que hace el Papa Francisco al peligro de la «autorreferencialidad» de nuestras instituciones eclesiásticas, cayendo en un «narcisismo». El Papa nos recuerda que tenemos que salir, caminar, evangelizar y construir la Iglesia llevando la cruz, anunciando en las periferias a Jesucristo. En su intervención en el preconclave decía a los demás miembros del Colegio Cardenalicio: «La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual… Ese vivir para darse gloria los unos a otros«.