Francisco ha descorchado la botella de la ilusión

«Un nuevo tiempo de esperanza eclesial»

"Francisco, el nuevo Juan XXIII". Un título premonitorio y que habla por sí mismo

Mi esperanza de máximos : que se deje crecer sin podar la planta del Vaticano II y con ella una Iglesia colegial, corresponsable, dialogante, abierta, plural y samaritana

Sr. cardenal Carlos Amigo, Señor rector, Julio Martínez, Padre Ángel, creador y alma de Mensajeros de la Paz, Manuel Guerrero, director de Desclée…querido compañero Jesús Bastante, queridas amigas y amigos, buenas tardes-noches a todos. Ante todo, gracias por estar aquí. Todos sabemos lo que cuesta moverse en Madrid. Una mesa como ésta y una sala casi llena es un honor, un placer y un motivo de profundo agradecimiento.

Para un periodista como yo, que lleva casi toda la vida dedicado a la información religiosa, éste es un momento especial. Por presentar un libro sobre el Papa francisco. En una universidad jesuita del prestigio de la Pontificia Comillas, acompañado por su rector, por un cardenal elector de cuya amistad puedo presumir, por el icono por excelencia de la solidaridad y de la Iglesia de los pobres que quiere Francisco, y por el editor que nos propuso y nos impulsó a escribirlo.

Un libro escrito con rapidez, pero no de un modo apresurado. Un libro con todas las claves del antes, del durante y del después del cónclave. Un libro escrito a borbotones…Era tanta la información y las vivencias acumuladas durante un mes en Roma que bastó con dejarlas fluir por el teclado.

Un libro rápido, pero pensado. Con decisiones arriesgadas sobre el qué y el cómo. Hasta en el título nos la jugamos. «Francisco, el nuevo Juan XXIII». Un título premonitorio y que habla por sí mismo. Decidimos apostar, desde los albores del pontificado, por el recuerdo y la imagen del Papa Bueno. Hoy es fácil comparar a Francisco con Juan y su primavera con aquel otro «aggiornamento». Pero, tan sólo unos días después de su elección y a pesar de sus primeros gestos novedosos, no estaba tan claro.

Un libro ( por último y ya dejo de hablar de mi libro…) que es una crónica apasionada de unos meses que cambiaron la imagen (y no sé si la historia de la Iglesia) y que inauguraron, como reza el título del debate, un nuevo tiempo de esperanza.

Mi breve contribución al análisis de esta nueva primavera eclesial, la centraré, como es lógico, en la vertiente mediática. Para lo teológico-eclesiológico-solidario tenemos aquí más que cualificados doctores, a los que escucharán a continuación.

La dinámica mediática de enamoramiento eclesial comenzó con la renuncia. Un gesto profético, revolucionario e histórico del Papa anciano y sabio, que conquistó a los medios. La Iglesia había tocado fondo, manchada por escándalos varios. Desde la pederastia al Vatileaks, con sus cuervos, su mayordomo infiel, sus intrigas y sus luchas de poder.

El impacto negativo de toda esta suciedad en la imagen de la Iglesia fue brutal. Y no sólo manchó su imagen, sino que le hizo perder credibilidad e influencia social a borbotones. Parecía haber perdido gran parte de su capital y de su autoridad moral. Con los medios de todo el mundo hurgando en sus miserias y exhibiéndolas en la aldea mediática global.

Y en medio de tantos nubarrones, salió el sol. La renuncia de Benedicto XVI puso a la Iglesia en estado de conversión. Los medios, casi siempre críticos con el Papa Ratzinger, comienzan a mimarlo y a ensalzarlo. Y lo convierten en un icono de la humildad y del rechazo del poder. El barrendero de Dios, sin fuerza física y espiritual para terminar la limpieza de la Curia y del IOR, pasa el testigo y sube al monte a rezar. Pero, antes, deja a la Iglesia encaminada hacia el cambio…

Y la maquinaria vaticana se pone en marcha y los medios de todo el mundo (6.000 periodistas acreditados en el Vaticano) se quedan boquiabiertos ante la belleza y el esplendor de la escenografía vaticana del cónclave.

En el marco excepcional de San Pedro, el colegio púrpura busca al sucesor. En un precónclave especial. Con los cardenales americanos dispuestos a mimar a los medios. Y con intervenciones clave en el precónclave, donde realmente se decide la elección. Entre ellas, la del cardenal Bergoglio, que apunta alto y al futuro y pide que la Iglesia deje de mirarse al ombligo y deje de ser autorreferencial.

Y de su manos, surge la rebelión de los «peones», como llaman en Italia a los purpurados dedicados a la pastoral, sin ansias de poder y sin cordada o grupo que los apoye. Lo eligen como su candidato y lo llevan en volandas al solio pontificio.

Mientras, en el exterior los medios italianos utilizaban toda su artillería pesada (seguida por casi todos los demás medios del mundo) para promover la candidatura italiana del cardenal Scola.

Puedo presumir y presumo que fui de los pocos periodistas que el día 11, dos días antes del cónclave, apuntaba al arzobispo de Buenos Aires como futuro Papa, en un reportaje publicado en RD y titulado, «Jorge Mario Bergoglio, ¿el nuevo Roncalli?». Alguien más lo hizo con muchos más días de antelación, el profesor jesuita Carlos Alemany, que escribió en RD, un retrato serendípico del Papa soñado, en el que clava al Papa Francisco, sin citarlo.

A los dos días sale al balcón «el papa del fin del mundo. Sin muceta, pide la bendición de la gente y se inclina para recibirla, reza el avemaría, sonríe y saluda como un párroco. Y, encima, elige llamarse Francisco.

De repente, en la bolsa mediática, la imagen de la Iglesia pega un vuelco impresionante. El nuevo Papa no sólo se mete en el bolsillo de inmediato a la opinión pública, sino también a la publicada más reacia y más prejuiciosa.

Y comienza un pontificado que, mediáticamente, nos hace trabajar mucho, pero es una auténtica mina. Francisco es un icono que seduce a las cámaras y que habla con gestos-imágenes y con frases que son titulares. Y con parábolas que entiende cualquiera: oler a oveja, salir a las periferias, Iglesia pobre para los pobres…

¿Tiempos de esperanza que reza el título del debate? Total. Francisco ha descorchado la botella de la ilusión. Como en tiempos de Juan XXIII. Y esa dinámica es imparable.

En este sentido, me gustaría lo máximo, pero me conformo con lo mínimo. Mi esperanza de máximos : que se deje crecer sin podar la planta del Vaticano II y con ella una Iglesia colegial, corresponsable, dialogante, abierta, plural y samaritana.

Pero también me conformo con los mínimos de la ilusión recobrada ya (¡que nos quiten lo bailado¡) y con que desaparezca el miedo del universo eclesiástico español.

Y termino como empecé, volviendo a mi libro. Lo tienen a la salida y hay para todos. Un excelente regalo para mañana, Día del libro o para la onomástica del Papa. No se agolpen. Muchas gracias.

José Manuel Vidal

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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