La acción caritativa de la iglesia española no está siendo acompañada por un trabajo de concienciación social y de denuncia seria de las situaciones de injusticia social
(José Ignacio Calleja).- De pronto me he dado cuenta de que iba a titular este pequeño apunte moral de un modo que suena a disculpa personal, «yo soy un teórico, pero…«. Al pensar en por qué instintivamente quería comenzar mis palabras así, me doy cuenta que en el mundo cristiano se ha extendido la idea de que importa la caridad concreta, y que todo lo demás es demasiado teórico. Se ha extendido demasiado. Me atrevo a decir que es un tópico bien simple eso de que importa actuar masivamente ante los casos más sangrantes, y que hablar no conduce a ninguna parte.
Desde luego, no estoy de acuerdo en esa idea. En primer lugar, hay que ver cómo se verifica el compromiso concreto en cada uno de nosotros. De antemano, nadie es más que nadie en la caridad, y el supuesto de que los teóricos no practican o se comprometen en realidades concretas, es otro tópico y un simplismo. Como es lógico nadie va a salir a dar cuenta por internet qué hace y qué deja de hacer. Hay que tener cuidado con estos prejuicios hacia las ideas que nos descolocan. Todos tenemos que estar atentos a los tópicos. La idea de que no tenemos tiempo para las ideas, es inaceptable.
Pero es que en este caso quiero dar un paso más. Estoy convencido de que la acción caritativa de la iglesia española no está siendo acompañada por un trabajo de concienciación social y de denuncia seria de las situaciones de injusticia social. Entiendo por acción caritativa de la Iglesia tanto la organizada y representándola, como la particular o de grupos cristianos de libre iniciativa. Tiene razón la gente que se queja de que la Iglesia española no está reflexivamente a la altura de las circunstancias sociales que vivimos. Sí está comportándose dignamente en cuanto a la caridad activa, no está concienciando a fondo, ni activando una reflexión crítica de fe (teología) en tal sentido, ni denunciando con la radicalidad del dolor propio y ajeno lo que pasa. Seguramente no nos está llegando tan de cerca como pensamos lo peor de nuestro tiempo. (No soy masoquista, ¡cuidado!, pero la verdad es la es).
La jerarquía de la Iglesia española no se está haciendo notar, probablemente porque su cúpula más reconocida y mediática está viviendo a contrapié el papel de la Iglesia en una crisis social como ésta. Creían que todo se jugaba en la secularización de la cultura y se encuentran con que las buenas familias no tienen trabajo decente del que vivir; creían que el catolicismo se iba a jugar todas las cartas en la enseñanza y la bioética, y se encuentran con que la miseria amenaza la vida de mucha gente de bien. Creían que todo consistía en recomponer la identidad espiritual de la Iglesia española y sucede que la gente les reclama la fe de Jesús con el pan compartido y la justicia de los derechos. Ya sé que las cosas en la fe tienen varias caras, – no sólo la social -, pero nos entendemos. En esta situación la Iglesia española más reconocida ha intentado comprender la crisis, – y casi lo consigue -, como crisis cultural, religiosa y ética, pero una y otra vez las injusticias sociales más crudas le llegan a la puerta y la gente pregunta por la fe en la Encarnación y el Reino de Justicia y Amor. Y de ahí, surge un rotundo, – sí, la crisis es ética, pero no sólo -; es política, y es social, y es material y de justicia. No vale escaparse a la ética evitando la justicia social. No es vuestro cometido inmediato crear trabajo, pero sí es vuestra responsabilidad reflexionar, concienciar, denunciar y actuar desde la fe en términos de justicia social. Y si no lo hacéis, la misma caridad se tambalea.
Tampoco la teología española está comportándose a la altura de las exigencias de la crisis en reflexión, concienciación y denuncia. Sí hay voces y voces, – cómo no reconocerlo -, pero no logramos componer una gran corriente de opinión teológica que haga a la Jerarquía sentirse especialmente exigida y ayudada, y – a la gran comunidad-, arropada para dar un giro social a su presencia caritativa. La teología está siguiendo su camino, – como si fuera cosa de algunos moralistas o pastoralistas decir algo público con sentido teológico de la crisis y la inhumanidad que la acompaña -, mientras los demás teólogos se ocupan de lo suyo. Hay una dificultad grande por incorporar la extraordinaria dimensión de injusticia social a la fe pensada y refleja. Seguimos prisioneros del supuesto de que la justicia y el amor social son consecuencias de la fe, pero no sustantivos en su alma; puedo decirlo así, o puedo decir «los más pobres y vulnerables de la vida». La teología sigue sin acogerlos como experiencia personal y social fundadora para decir qué Dios, qué Reino, qué Iglesia, que Mesías, que Salvación, qué Fe.
Propongo, por tanto, que construyamos una gran corriente de opinión teológica que sume más claramente reflexión, concienciación y denuncia social a la acción caritativa de los cristianos ante la crisis, – todos somos cristianos -, y exija con más claridad la responsabilidad que en términos de justicia social toca hoy a los Pastores. O, ¿es que tenemos miedo de que si hablamos de justicia social, – y no sólo de caridad -, la comunidad se rompa por arriba y por abajo? Pues, sabido es, no podemos servir a Dios y al Dinero.