Por cierto: ¿a quién se puede vender el Vaticano? ¿A un banco? ¿A la gente en general, a qué gente? ¿A un país?¿A mi colega para que lo revenda y saque un pingüe beneficio…?
(José Ignacio Postigo, provincial de Castilla de la Orden de la Merced).- «Si culpa fuera moza, soltera se quedaría». Es uno de los refranes más sabios de nuestro idioma. Tengo yo un colega que me viene dando la paliza desde hace unos años con el consabido tema vaticano, diciendo que a ver cuándo el Papa vende las propiedades, incluyendo por supuesto museos y Basílica de san Pedro, y reparte los cuantiosos beneficios de la venta en forma de bocatas de salchichón para los pobres.
Es el típico comentario demagógico que les fascina hacerte a los invitados de las bodas cuando esperando a los novios -o a los langostinos- se dan cuenta de que eres el cura que les ha casado… yo ya he sufrido unos cuantos. Y les suelo responder siempre lo mismo:
«Imagínate -les digo- que efectivamente mañana el Papa -que no puede hacerlo, pero en fin, entro en este juego absurdo- vende el Vaticano enterito… ¿a ti en qué te cambia la vida?».
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