El país dará un gran paso hacia la normalidad el día que el episcopado se convenza de que la política partidaria no es lo suyo y los políticos renuncien a comprar su silencio o apoyos
(Ramón Baltar).- Informan que el señor Rajoy no se lleva con el cardenal Rouco y desea que Francisco le haga el favor de acelerar la entrada en el club de prelados eméritos; también que el Gobierno catalán presiona al Vaticano para que el próximo arzobispo de Barcelona sea de su cordada ideológica. Así se divierten sus ociosas mediocridades.
La Constitución declara al Reino de España Estado aconfesional, lo cual obliga a las autoridades civiles a dos cosas: una es garantizar el derecho de sus conciudadanos a profesar el credo que les plazca y otra respetar la autonomía de todas las comunidades donde viven su fe. Aunque los pacientes con síndrome de martirio psicológico digan lo contrario, la primera obligación la cumplen (solo porque quedan bien y no pierden nada); la segunda, se la saltan a la torera cuando conviene a sus intereses.
Resulta asombroso que, después de haber renunciado hace años el Jefe del Estado al privilegio de presentación de obispos, aún haya aprendices de reyezuelos que quieran recuperarlo de tapadillo. La política de personal directivo de la Iglesia Católica, como la de las demás iglesias y religiones, es un asunto en el que los poderes públicos no tienen pito que tocar, y solo el intentarlo implica degradar la aconfesionalidad estatal en confesionalidad gubernamental encubierta. Un despropósito.
Por no aceptar los obispos las consecuencias de tan sabio mandato constitucional y no cumplirlo ni hacerlo cumplir los políticos, tenemos en España una situación grotesca y desestabilizadora: la Iglesia vasca y catalana aceptan la licitud ética de los nacionalismos exocéntricos y la CEE los condena por inmorales mientras trabaja para el centralista. Eso sí, cobrando siempre cada una a su cliente los servicios prestados.
El país dará un gran paso hacia la normalidad el día que el episcopado se convenza de que la política partidaria no es lo suyo y los políticos renuncien a comprar su silencio o apoyos. Con la tropa que nos pastorea y desgobierna podemos esperar sentados.