No es imposible que tanto en el Cristianismo como en el Islam toda la mística amatoria, tal como la conocemos, basada en el sentimiento, sea un desarrollo posterior a Jesús y Muhammad
(Xabier Pikaza).- El nuevo libro de Abdelmumin Aya (El arameo en sus labios. Saborear los cuatro Evangelios, Fragmenta 2013), quiere llegar al corazón del mensaje de Jesús, recuperando el tono y sentido originario de sus palabras arameas.
Este libro tiene, a mi juicio, tres novedades principales:
a. Recupera a Jesús como «arameo errante» (itinerante), un semita universal, en la línea de famoso pasaje de Dt 26, 5-9 que debía proclamar todo israelita que llevara sus dones al templo: «Mi padre fue un arameo errante…». Pues bien, en la línea de ese Jacob-Israel, Jesús aparece ante nosotros como un «arameo» itinerante. Ciertamente era judío, pero su lengua madre no fue el hebreo, sino el arameo de los comerciantes que habían venido de la estepa. De manera lógica, A. Aya ha querido recuperar el sabor arameo de las palabras de Jesús.
b. Recupera a Jesús en un universo cultural en el que sobresalen y se vinculan tres lenguas hermanas: hebreo, arameo y árabe. Ciertamente, el cristianismo quiso hacerse y se hizo muy pronto universal en el sentido de «trans-cultural» o trans-lingüístico, de manera que no tiene una lengua sagrada… Así los evangelios de Jesús aparecen transmitidos (y conservados) pronto en griego (y después en latín), no porque el griego o latín fueran lenguas sagradas, sino precisamente porque no lo eran… porque eran lengua de «koiné», es decir, de comunicación vulgar, del pueblo (como la Vulgata latina). Pero eso no quita que en el fondo del lenguaje de Jesús siga estando el arameo, y que sea importante recuperar el «saber del lenguaje» de sus labios.
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