Con la misma doctrina se puede construir una Iglesia más cercana a la gente y un mundo al que no le parezca extraño la palabra de Dios
(José Manuel Vidal).- El periodista argentino de ‘La Nación‘ Mariano de Vedia cuenta en su libro ‘Francisco, el papa del pueblo’ (Destino) quién es Jorge Mario Bergoglio y cuál es su historia sin eludir cuestiones como su actuación frente a la dictadura argentina y cuáles podrían ser sus planes para la Iglesia del siglo XXI. Habla con RD de los retos y afanes de Francisco.
¿La elección del papa Francisco fue una ‘sorpresa’ para usted?
Para mí y para buena parte del periodismo especializado ha sido una sorpresa. El nombre del cardenal Jorge Bergoglio no figuraba entre los candidatos más nombrados en los momentos previos al cónclave. Sí se consideraba, en cambio, que su pensamiento iba a tener una fuerte influencia en las votaciones, por lo que se lo incluía entre los «grandes electores». Hubo, sin embargo, un detalle que pasó tal vez desapercibido y ahora, a la luz del resultado de la elección, adquiere una dimensión mayor: poco antes de abandonar el pontificado, en los últimos días de febrero, Benedicto XVI designó a Bergoglio miembro de la Comisión Pontificia de América Latina. Si bien ya integraban ese organismo otros cardenales de la región (Marc Ouellet, Oscar Rodríguez Maradiaga, Leonardo Sandri, Claudio Hummes, entre otros), el nombramiento de Bergoglio en los instantes previos al cónclave pudo haber sido interpretado como una señal del papa renunciante para señalar a su elegido si los cardenales debían pensar en un sucesor que llegara del nuevo continente.
¿Una sorpresa posibilitada (¿auspiciada, también?) por la renuncia del Papa Ratzinger?
Por supuesto, la renuncia de Benedicto XVI fue decisiva. El impacto que produjo el histórico gesto de Ratiznger, que no se daba en la Iglesia desde hacía casi 600 años, hizo acrecentar las expectativas por la sucesión. Al ser elegido un cardenal que no figuraba en los análisis de los principales especialistas -sólo el día anterior comenzó a surgir la posibilidad de que Bergoglio fuera el elegido- hizo potenciar el efecto sorpresa. Pero el mayor golpe de efecto y lo que más sorprendió fueron los gestos y la mirada con que el nuevo papa inició su pontificado. A partir de la elección del nombre, Francisco trazó lo que será el programa esencial de su pontificado: su cercanía a los pobres, a los necesitados.
¿Cuál fue, a su juicio, la causa real de su renuncia?
Para mí fue la imposibilidad de Benedicto XVI de llevar adelante los cambios que consideraba convenientes y necesarios en la Iglesia. Particularmente, la reforma de la Curia romana. Influyó, por supuesto, su avanzada edad y su deterioro físico. Ratzinger vivió de cerca la agonía de Juan Pablo II y no quiso prestarse a ser manejado por los funcionarios de la Curia cuando la debilidad física se agudizara y le impidiera atender los asuntos de gobierno de la Santa Sede. Las principales dificultades que enfrentó Benedicto XVI fueron con los sectores más conservadores de la Iglesia. Por ejemplo, la política de tolerancia cero frente a las denuncias de abusos.
¿Hay criterios humanos (amén de los espirituales: asistencia del Espíritu), para explicar cómo una institución que había tocado fondo en credibilidad e influencia social, en pocas semanas, consigue recuperar con creces su imagen pública y publicada?
La explicación hay que buscarla en el carisma del papa Francisco, que supo transmitir la centralidad del mensaje de Jesucristo y la misión de la Iglesia. La renovación de la estructura del Vaticano es muy importante y exige una reformulación inmediata, pero el mensaje central que el mundo espera del Papa trasciende esta difícil coyuntura. Por la coherencia de sus palabras y de sus gestos, la gente le cree a Francisco, confía en él y eso contribuye a recuperar la credibilidad de la Iglesia. Siempre tuvo más adhesión la palabra de la Iglesia en cuestiones sociales que en el aspecto moral. Con sus gestos iniciales, el nuevo pontífice acentuó el costado social, que estaba un poco olvidado, y puso en el centro al pueblo de Dios, especialmente a los más frágiles y excluidos. Mostró un estilo dispuesto a producir cambios en el mundo y en la Iglesia, y dejó en claro, de entrada, que el verdadero poder es el servicio.
¿A qué se debe el «éxito» inmediato y fulgurante del Papa Francisco, tanto entre la opinión pública como entre la publicada?
Lo atribuyo a la identificación de la gente con su pastor. Este tiempo de crisis que atraviesan la Iglesia y el mundo es un tiempo de escasez. Aunque suene paradójico, abunda la falta de esperanza, la ausencia de fe, de credibilidad. Cuando surge un liderazgo que transmite lo contrario, que fortalece la fe, que resulta confiable, que hace creer la esperanza en el futuro, la gente lo adopta enseguida, lo necesita como el agua. La austeridad, la sencillez y la coherencia de vida que muestra el Papa son también virtudes escasas, que atraen especialmente a los jóvenes.
¿Qué influyó más en su elección: sus 40 y pico votos en el cónclave anterior o sus dotes de gobierno?
Influyó su estilo de gobierno pastoral, su comunicación directa con el pueblo de Dios, reflejada y sus intervenciones en los encuentros que ha tenido con sus pares en los últimos años, como las congregaciones generales previas al cónclave, el Sínodo de Obispos y la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en 2007 en Aparecida, Brasil, donde tuvo a su cargo la redacción del documento final, que puede ser considerado como el programa de gobierno del nuevo Papa.
¿Se palpa en el pueblo de Dios y en la Iglesia en general una ilusión parecida a la de la «primavera» conciliar del Papa Bueno?
Hay una esperanza que se renueva en estos tiempos de crisis en el mundo y en la Iglesia. Si ese viento primaveral tiene la fuerza que tuvo la primavera del Concilio lo dirá el tiempo. En la medida en que los aires de renovación que transmite el papa Francisco se extiendan a toda la Iglesia, o a buena parte de ella, podrá hablarse de tiempos similares.
¿Se termina el ciclo conservador-restauracionista y comienza el renovador?
La renovación de Francisco se dará más en gestos, señales, actitudes y palabras más que en cambios de doctrina o innovaciones ambiciosas. Con la misma doctrina se puede construir una Iglesia más cercana a la gente y un mundo al que no le parezca extraño la palabra de Dios.
¿Cuál es, a su juicio, la reforma más urgente del Papa Francisco?
La reforma prioritaria está en el gobierno de la Iglesia, en la reforma de la Curia romana, para evitar el excesivo centralismo, y en los avances hacia una forma de gobierno más colegiada, como lo sugirieron los obispos en el Concilio Vaticano II.
¿Le dejarán hacer ésa y otras reformas pendientes?
Habrá seguidamente dificultades, pero no freo que se conviertan en obstáculos insalvables. En la medida en que mantenga la sintonía con la gente, el papa Francisco podrá avanzar con las reformas.
¿De su libro se deduce que Bergoglio no fue Angelelli, pero tampoco cómplice de la dictadura? ¿Hay sombras sin despejar en esa etapa de su vida?
Los sectores de izquierda más comprometidos con los derechos humanos, encabezados por el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, negaron categóricamente la vinculación de Bergoglio con la dictadura militar. Sí se cuestionó duramente el papel de la conducción episcopal de ese tiempo en la Argentina. Si bien en ese momento Bergoglio era superior provincial de los jesuitas, no era obispo y no tenía una función de peso en la conducción de la Iglesia. Tampoco hoy los superiores de una orden religiosa en la Argentina tienen un papel predominante en la conducción de la Iglesia. Mantienen las acusaciones sobre su actuación en ese período un sector identificado con el gobierno argentino, no mayoritario pero muy interesado en mantener un foco de enfrentamiento con la Iglesia.
¿Latinoamérica y, especialmente Argentina, se sienten orgullosas del Papa Francisco?
La asunción del papa Francisco despertó una adhesión que la figura de Bergoglio no tenía cuando era arzobispo, por lo menos en esa dimensión. Hay una satisfacción general en la gente. Y hay un orgullo legítimo y sincero en los sectores populares, particularmente en las comunidades de las villas de emergencia, cuyas parroquias Bergoglio visitaba con frecuencia. Se trasladaba siempre en transporte público (colectivo, subterráneo), compartía un tiempo con la gente y todos lo sienten como propio.
¿Es un honor que le haya leído a diario el nuevo Papa?
Siempre se manifestó lector del diario LA NACION y siempre se ha interesado por las noticias no sólo de contenido religioso, sino principalmente cultural y también político. A lo largo de los años, muchas firmas prestigiosas han pasado por el diario y es natural que el arzobispo de Buenos Aires y ahora Papa se muestre interesado por las notas y el material de lectura de este diario.
¿Cómo fue y será su relación con la prensa: la teme, la rehúye o la valora como instrumento indispensable para la Iglesia?
Siempre consideró muy valiosa la tarea periodística. Pero cultivaba al mismo tiempo un extremo bajo perfil, que le hacía rehuir los encuentros con la prensa. Sin embargo, en el trato cotidiano siempre fue accesible y dispensó siempre el mismo respeto y tratamiento a periodistas y medios de alcance nacional que a representantes de la prensa que expresaban un alcance de difusión menor.