Un papa que aparece en la fachada de San Pedro, con este coraje, esta libertad y esta humildad, no pierde nada. Lo que hace simplemente es recuperar, para la Iglesia, aquella fuerza de atracción que tuvo en sus orígenes
(José María Castillo).- Mucha gente se sigue preguntando si el papa Francisco va a ser el hombre que imprima un cambio, profundo y de consecuencias decisivas, en la Iglesia. Yo estoy convencido de que ese cambio no es que se va a producir, sino que ya se ha efectuado.
Antes de empezar a cambiar los cargos de la Curia, por ejemplo, es más importante empezar a cambiar la teología del papado. Y eso, por más que muchos no hayan ni caído en la cuenta de ello, ya se ha hecho. El nuevo papa, Francisco, ya lo hizo desde el momento en que apareció, una vez elegido Sumo Pontífice, en la logia de la basílica de San Pedro. Pero, como recuerda todo el mundo, desde su primera aparición en público, no se presentó como «papa», sino como «obispo de Roma». Y hasta, casi de forma provocativa, no se presentó bendiciendo al pueblo, sino pidiendo, como «obispo de Roma», la bendición de sus diocesanos para él. No empezó como «papa», sino como «obispo». Y no empezó bendiciendo, sino pidiendo ser bendecido por el pueblo.
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