No quiero ahogarme en mi propio dolor, en mi propia enfermedad. Lo mío no es nada, comparado con el dolor de otras muchas personas
En el portal de la Escola de Espiritalidade, acaba de aparecer esta carta abierta de Manolo Regal. Él participa en el equipo que dirige la Escuela y es bien conocido por la finura y hondura de las oraciones que va creando y con las que va alimentando para muchos una piedad honda y actualizada.
En gallego ha aparecido ya su «Os Salmos hoxe. Versión oracional a la luz del Evangelio», que pronto aparecerá también en castellano: versión íntegra que se puede orar directamente ante el Dios Abbá, tal como se nos ha revelado definitivamente en Jesús de Nazaret.
Un compañero suyo, sin poder ya pedirle permiso al autor, nos manda hoy la traducción castellana de esta carta y esta oración, con la esperanza de que pueda ayudar a personas que acaso puedan encontrarse en una situación semejante; y que, en cualquier caso, a todos nos ofrece un modelo de oración verdaderamente cristiana.
Oración en la enfermedad.
Bienqueridas compañeras y compañeros,
Como igual ya sabéis, hoy por la tarde ingreso en el hospital de Lugo para la operación de un cáncer de colon, algo que en este último mes se me confirmó. Parece que la cosa está controlada, en principio, y todo apunta la que las cosas no se complicarán más del normal.
Yo estoy en paz, con ánimo, con esperanza, aunque es la primera enfermedad que tengo a lo largo de mis ya 66 años de vida. En la casa, mi mujer Delia, nuestra hija María, y los demás familiares, estamos con buen ánimo, dispuestos todas/todos a poner de parte de cada una todo lo necesario para que todo salga bien.
Como podéis suponer, quiero vivir todo esto como una persona creyente, como un hijo de Dios Padre/Madre, como un hermano menor de Jesús, como una persona poseída por el Espíritu de Dios, como un miembro de la comunidad cristiana más inmediata, dentro de la que todas/todos vosotros también estáis incluidos, y de la comunidad cristiana grande.
Sé que Dios está de mi parte, no le tenemos que pedir que sea benevolente conmigo. Sí que deseo -y os pido que en vuestra plegaria de comunión así lo expreséis delante de Dios- que este convencimiento entre bien en mi interior, para sentirme en todo momento acogido, amparado, acompañado, amado, sostenido, mimado incluso por Dios; porque esa de verdad es la realidad en mi, en nuestra relación con él.
También deseo que por eso incluso, por la presencia de Dios en mi vida y por la presencia de vuestro recuerdo y plegaria, no pierda la paz, el ánimo, la esperanza; que pueda vivir todo esto desde una pacificación honda que, pienso yo, solo Dios es capaz de ofrecer, aunque para hacerlo se valga de los servicios humildes que todas/todos nosotros nos podemos ofrecer.
No quiero ahogarme en mi propio dolor, en mi propia enfermedad. Lo mío no es nada, por lo menos en lo que presenta, comparado con el dolor de otras muchas personas, infinitamente más desamparadas en muchos sentidos. Espero y deseo que mi enfermedad, aunque me achique un poco el cuerpo, me pueda abrir el corazón, y, por contactos lógicos y normales que iré teniendo con otras personas que compartirán habitación, hospital, problema y dolor conmigo, amplíe la tienda de mi vida para acoger en ella a más gente, a más familia. Así, espero, mi enfermedad incluso será un paso adelante en ese camino lento hacia la plenitud en el amor a la que Dios insistentemente me convoca, a mí cómo a todas y todos vosotros.
Y también quiero cuidar el agradecimiento. Ya pude palpar la eficacia de un Servizo Galego da Saúde que atiende convenientemente la enfermedad; ¡y cuantos millones de personas en el mundo no pueden decir otro tanto! No sé si palparé también las consecuencias de los recortes en los cuidados de la gente enferma. Sé que habrá mucha gente de la enfermería a mi cuidado, para que todo salga bien, y ¡cuanta bendición de Dios hay en esto! Y sé, ya lo estoy comprobando, que hay mucha gente familiar, amiga y conocida que se preocupa por mí, que pregunta, que me llama, que me desea mucho bien. Seguro que va a ser un tiempo durante el que con emoción experimentaré la cercanía de Dios, de la gente, y tendré que practicar mucho el agradecimiento y crecer, por lo tanto, en ese aspecto tan básico en cualquier persona humana, y también en mí, que tanto debo a la tanta gente, desde que nací hasta hoy.
Y más nada. Por mor de la enfermedad, igual no puedo participar en alguno de los encuentros que habíamos previsto. ¡Que le vamos a hacer! Seguimos unidos/as en el mismo empeño humilde y agradecido de vivir, disfrutar y transparentar en nuestra vida a bondad de Dios, la fuerte ternura de Dios. Ánimo y adelante.
Oración
Yo, frágil, enfermo, con cáncer…,
como uno de tantos y tantas,
a lo mejor, con las mismas ansias,
con las mismos dolores,
con los mismos desesperos,
con las mismas esperanzas.
Yo tengo a mi alrededor mucha gente,
empezando por Delia y María,
próxima,
que me quiere,
que me cuida,
que me transmite la fuerza del amor,
que me abre a un mundo mayor
que el circunscrito por las cuatro paredes de mi ser,
que me permite salir de mí mismo,
de lo mío,
y hacerme uno
con todo lo que es y vive y sufre y espera y disfruta en el mundo.
Yo te tengo a Ti,
amándome,
sosteniéndome,
solidarizándote conmigo,
metiéndome en el mundo de las solidaridades,
para que no ahogue en mis solas inquietudes,
para que las inquietudes de otras/de otros me liberen
y me abran a un espacio mayor,
un espacio de vida,
un espacio de amor,
un espacio de comunión.
No obstante,
día a día,
como siempre,
yo invitado por ti a disfrutar la vida y la salud,
a luchar la vida y la salud,
sostenido por ti para eso,
acompañado por ti para eso.
Gracias, mi Dios.
Que te sienta así,
o como tú quieras estar conmigo.
Que seas ti quien lleve la iniciativa.
Llévame por donde quieras,
como quieras,
hasta donde quieras.
Y yo siempre de tu mano,
siempre,
eternamente.
Gracias.