Estoy seguro que el cardenal de la Transición se alegrará desde el cielo con la nueva primavera del papa Francisco
(Jordi Bort Castelló).- Este mes de mayo se cumplen 30 años del relevo del cardenal Tarancón al frente de la archidiócesis de Madrid. La revista «Iglesia en Madrid», del 15 de mayo de 1983, dedicaba un amplio dossier sobre el cardenal Tarancón, como signo de agradecimiento por su servicio episcopal.
Con el título «Adiós Sr. Cardenal», el editorial decía: «Después de casi 12 años entre nosotros ha conseguido que todos aquellos que se le acercaron sin prejuicios, se llevasen de usted la imagen de un hombre acogedor, comprensivo y alentador de todo proyecto con un mínimo interés». El editorial de «Iglesia en Madrid», ensalzaba la capacidad de Tarancón de trabajar en equipo y por buscar colaboradores, para «dejar hacer a los demás, pero sin desentenderse o retirarse cuando su presencia o su respaldo fueron requeridos».
En la trayectoria pastoral del cardenal Tarancón en la archidiócesis de Madrid-Alcalá, hace falta subrayar la creación de nuevos obispos auxiliares, la estructuración de la diócesis en 12 Vicarias, poniendo al frente de ellas obispos o sacerdotes de gran valía, el movimiento catequético, el impulso de la pastoral juvenil, familiar, universitaria y sanitaria, la creación de la delegación diocesana de Justicia y Paz, la creación del consejo de Laicos, la doble reforma de la Curia de Justicia, el Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequética, para la formación de agentes de pastoral o el Instituto Internacional de Teología a Distancia para la formación permanente del clero y de seglares.
Tarancón quiso hacer de la Iglesia de Madrid-Alcalá (como antes había hecho en Solsona, Oviedo y Toledo) un espacio de libertad y de corresponsabilidad, ya que como decía el cardenal, «La Iglesia es de todos y para todos. No puede concebirse como un «grupo selecto». Para Tarancón la Iglesia había de acoger con preferencia y «con atención especial a los pobres, los marginados, los pequeños, los de escasa personalidad».
El relevo de Tarancón al frente del arzobispado de Madrid-Alcalá, muy rápido en relación a otros obispos, llegó después de 37 años de ministerio episcopal en Solsona, Oviedo, Toledo y Madrid. Digo que fue muy rápido, tendiendo en cuenta el tiempo transcurrido entre la presentación de su renuncia en cumplir Tarancón 75 años y su sustitución. Solo cabe comparar ese tiempo, con los largos años de «prórroga» de Suquia, de García Gasco o de Rouco, después de sus 75 años. Y es que los vientos que venían de Roma, ya no eran los de Juan XXIII y Pablo VI. Eran vientos de un conservadurismo irrespirable.
Como decía Alberto Iniesta, obispo auxiliar de Tarancón, el cardenal valenciano fue un pastor «cercano y asequible: pastor de todos, especialmente de los sencillos y pequeños». Iniesta decía también que Tarancón era «un hombre abierto por talante, esperanzado y optimista, uno de los pastores que mejor han comprendido y aplicado la renovación de la Iglesia postconciliar».
Tarancon entró en Madrid entre desaires oficiales y con la oposición de los sectores eclesiásticos más afectos al Régimen. Pero el nuevo arzobispo de Madrid, ya desde su primera homilía, mostró su talante pacífico y dialogante, proponiendo su consigna conciliar de independencia de la Iglesia y de sana colaboración con el Estado. Como decía José María Martín Patino, los doce años de Tarancón en Madrid, «ponen de manifiesto su capacidad creativa y el tesón juvenil. Doce años dedicados a lograr el diálogo pastoral y la comunión de la comunidad diocesana».
Por eso, Martín Patino escribía: «A la archidiócesis de Madrid -Alcalá la ha pastoreado doce años un hombre de Dios que supo escuchar, respetar, comprender, no apagar nunca la mecha humeante, esperar pacientemente, convencer más que vencer«.
Treinta años después de su sustitución en la archidiócesis de Madrid-Alcalá, la voz libre del cardenal Tarancón, del cardenal de la reconciliación y de la libertad, sigue resonando en nuestros corazones. El ejemplo del cardenal Tarancón sigue vivo. Y sigue vivo, porque su etapa como arzobispo de Madrid-Alcalá, fue un ejemplo de fidelidad al Evangelio y a la sociedad a la que sirvió. El cardenal Tarancón continua vivo, y es que el dia que machó al cielo la sociedad lo ganó para siempre.
Estoy seguro que el cardenal de la Transición se alegrará desde el cielo con la nueva primavera del papa Francisco. Después de un largo invierno, en el que el cardenal Tarancon parecía que fuese el «responsable» de todos los males de la Iglesia española, con el papa Francisco surge de nuevo el espíritu taranconiano de libertad, de diálogo, de escucha. No de imposición y de agresividad. No de confrontación ni de condenas. Espero y deseo que el papa Francisco recupere el espíritu que impulsó a Tarancón en su servicio a la Iglesia y a la sociedad. Un espíritu de comprensión, de proximidad, de atención a los más débiles, de esperanza y de sencillez.
Tarancón asumió con fe, esperanza y amor, su misión episcopal. Hombre comprensivo, acogedor e integrador, siguió el rumbo de la libertad evangélica y por eso nos hablaba de perdón, de paz y de comunión.
Jordi Bort Castelló
Coordinador del libro Vicent Enrique i Tarancon. Un cardenal per a la llibertat
Asesor del libro Tarancón. Miscelánea de un cardenal