Francisco ha sabido desmarcarse siempre de posibles ideologizaciones o reduccionismos de carácter más bien político
(Jesús Bastante).- José García de Castro es jesuita y es el director del Instituto Universitario de Espiritualidad, perteneciente a la Universidad Pontificia de Comillas. Viene a presentarnos el master «Ignatiana», sobre espiritualidad ignaciana, inserto en la Facultad de Teología de Comillas.
«Una teología sin espiritualidad se puede quedar en concepto y en elucubración académica o intelectual», afirma José, que es también defensor de que «la acción tiene mucho de oración» y de que el ser humano, espiritual por naturaleza, necesita «ese plus o ese no sé qué, como diría San Juan de la Cruz».
¿En Comillas Espiritualidad y Teología están orgánicamente casadas?
Sí, el instituto está insertado en la Universidad de Comillas a través de la Facultad de Teología, es decir, que dependemos de su decano como último responsable. También en la vida diaria de la Iglesia creemos que son dos caras de una misma moneda, y pensamos que conviene mucho, para la experiencia religiosa, que las dos vayan unidas y de la mano, armónicamente integradas. Una teología sin espiritualidad se puede quedar en concepto y en elucubración académica o intelectual, y una espiritualidad sin teología corre el riesgo de caer en un intimismo o en una devoción personal desviada, como la historia nos ha demostrado tantas veces.
¿Se suele pensar, desde el desconocimiento, que las personas que trabajan la espiritualidad son más humildes pero menos formadas? ¿Qué se puede hacer en contra de este cliché?
La espiritualidad, por su propia etimología, hace referencia a la experiencia (en este caso la experiencia de la fe o la experiencia de Dios), pero toda experiencia necesariamente ha de ser comprendida, para que se pueda avanzar en el proceso. Entonces, aunque su facha primera sea el ámbito más vinculado a la experiencia y al ámbito emocional o afectivo, no cabe duda de que necesita de un concepto o de una razón que la explique y la comprenda; y sobre todo que la transmita. Y es ahí donde entra la teología, que es un poco más ensombrecida, pero que sin duda explica y fundamenta la otra experiencia más espiritual que nos deja tantos testimonios en la Iglesia.
¿El Instituto ya tiene detrás más de 30 años?
Sí, surgió en 1982 cuando en la Facultad de Teología se comenzó a ver que todo lo relacionado con la espiritualidad tenía una demanda especial, cualitativa y cuantitativamente hablando. Entonces, a un grupo de jesuitas ilusionados con el tema y con el proyecto (el padre Joaquín Losada, García Lomas, Ignacio Iglesias, etc.,) se le ocurrió tratar de dar una estructura apostólica a toda esta demanda acerca de la espiritualidad. Desde entonces e ininterrumpidamente el Instituto ha estado dando un servicio desde la universidad y desde lo académico a esta comprensión de la experiencia religiosa de la que venimos hablando.
¿Qué oferta académica tenéis, y con cuántos alumnos contáis?
El buque insignia del Instituto es la licenciatura en Teología Espiritual, que es una de las cinco que ofrece la Facultad de Teología y que en dos años, con un programa de 120 créditos, hace un recorrido por lo que es la experiencia religiosa anclada en los pilares básicos de la historia, la antropología, la Biblia y el proceso sistemático de la teología espiritual. Con asignaturas obligatorias y seminarios y asignaturas optativas, el alumno configura sus 120 créditos. Además tenemos una especialidad en espiritualidad bíblica, que se imparte por las tardes en Alberto Aguilera; un diploma en espiritualidad, también en ese campus; y otras titulaciones que se realizan en el Centro de Espiritualidad de Salamanca, con el que tenemos convenio, y que ofrece un especialista en ejercicios espirituales y un máster en discernimiento vocacional y acompañamiento espiritual.
Creo que cubrimos bastantes campos de la espiritualidad. El próximo curso empezaremos con el nuevo máster, que hemos llamado «Ignatiana», de un año, centrado en teología, espiritualidad, historia y pastoral ignaciana.
«Peregrinación por la visión ignaciana». ¿Qué significa esto?
Hemos querido poner en el escaparate del máster una palabra tan de Íñigo de Loyola como la peregrinación. Él, en su propia autobiografía, muchas veces se denomina «el peregrino», «el buscador de Dios», «el que desea el encuentro con Dios», «el que vas discerniendo las velas de su vida»… Entonces, inspirándonos en esta imagen del peregrino, del máster también ofrece de alguna manera una peregrinación por el saber y por el estudio ignaciano en sus diversas facetas.
¿Es un recorrido por la espiritualidad de Ignacio a lo largo de su vida?
Es algo más. El máster está dividido en siete módulos, y hemos procurado que la primera parte se dedicara a los orígenes del carisma, a las primeras misiones de los jesuitas y al estudio de los textos, de las fuentes ignacianas. Entonces, esa primera parte sí que tiene una impronta más histórica, centrada en la persona de Ignacio de Loyola y de sus compañeros; y la segunda parte sería la aproximación a la herencia ignaciana y a la estela que el Espíritu Santo ha ido desarrollando desde aquella experiencia en 1521. La segunda parte trata, por tanto, los desafíos de la espiritualidad ignaciana para el mundo de hoy, la misión de la Compañía de Jesús y de la espiritualidad ignaciana en los contextos foráneos… Es formación en la pastoral ignaciana más específica de nuestro carisma (los ejercicios, el acompañamiento espiritual, el discernimiento…).
¿Y cuáles son los retos que tiene la Compañía desde su espiritualidad?
Creo que la espiritualidad de la Compañía de Jesús ha sido, desde sus orígenes, muy «mundana», en el sentido de que ha sido una experiencia espiritual muy volcada al mundo y a la historia. La experiencia de contemplación del misterio de la encarnación en Cristo es un misterio central en los ejercicios. Entonces, quien participa de esta espiritualidad ignaciana, es consciente de que tiene una proyección muy hacia la historia, hacia el mundo y hacia el compromiso con lo temporal, por así decirlo, para encontrar ahí la vida eterna. Entonces desde un principio, todos los ámbitos de la evangelización, de la misión, de la dignidad humana, de la promoción de la justicia, de meterse en el corazón de las culturas, etc., llevan en el corazón de la espiritualidad ignacia desde los orígenes de la Compañía.
¿Necesita la espiritualidad de la acción, de la inserción en las barreras del mundo y en el mundo que sufre?
Claro. Es más, podríamos decir que una acción sanadora y dignificadora del mundo y de la humanidad podría ser claramente un criterio que diera más valor a la experiencia espiritual interna que uno cree estar viviendo. Esto en la espiritualidad ignaciana es muy importante: ser contemplativos en acción. Es una manera de estar en contacto con el mundo y en relación con Dios. La acción tiene mucho de oración, y de encuentro con Dios y de experiencia religiosa.
Vivimos una época de cambio en que la gente busca. ¿Crees que se busca más la espiritualidad que las tradiciones religiosas regladas y concretas? ¿Somos más bien vagabundos que peregrinos?
Me gusta la imagen de los peregrinos y de los vagabundos de la búsqueda. Yo personalmente estoy convencido de que el ser humano es un ser religioso, eternamente insatisfecho con lo que su propia historia y su propio mundo le pueden ofrecer; y este anhelo de trascendencia, de ese plus «de no sé qué» (como diría San Juan de la Cruz), nos deja siempre un poco balbuciendo y deseosos, pues no estamos nunca satisfechos con lo que hemos encontrado. Entonces, pienso que el ser humano es un ser espiritual por naturaleza. Hacia dónde se enfoque o por qué camino o por qué vías discurra ese anhelo de trascendencia, ciertamente es muy variado. La época contemporánea ha supuesto una explosión, y se ha ampliado enormemente el mercado de las ofertas que posibilitan canalizar ese deseo por mil cauces. Hay quien habla también de espiritualidades inmanentes, espiritualidades vacías de trascendencia… así como hay mucha gente que defiende su experiencia espiritual a través de un cultivo de la psique y del cuerpo, de la armonía con la naturaleza… Todo eso está, en el fondo, respondiendo a esta búsqueda, que es, en definitiva, el deseo de plenitud y de felicidad.
¿Estas filosofías son integrables sin caer en el relativismo?
Yo creo que sí. Hay muchos aspectos de estas corrientes que creo que pueden ser voces proféticas para ayudarnos a convertir parcelas de las corrientes más tradicionales y de las religiones más clásicas. Todo lo que pueda favorecer al cuidado del sujeto humano (sin caer en narcisismos exacerbados) contribuye a la espiritualidad.
¿Puede el cuerpo humano considerarse un templo, como la propia naturaleza?
Todavía nos queda mucho por crecer en ese aspecto, a pesar del giro que hemos dado en cuanto al cuidado del entorno y de la naturaleza, y en cuanto a reconocer a las criaturas como surgidas de Dios (como San Francisco de Asís, que está ahora tan de moda). Yo creo que se sabemos escuchar a estos nuevos movimientos podremos establecer diálogo y comunicación, tanto para lo que nosotros necesitemos convertir y purificar, como para también ayudar a los otros ofreciendo lecturas más teológicas o cristianas de aquello que ya puedan estar viviendo a veces sin saberlo.
Tenemos un Papa jesuita y franciscano en cierto modo. Ambas congregaciones son de las más importantes en la rama masculina de la vida religiosa, y muy potentes en cuanto a espiritualidad. ¿Qué nexos de unión crees que aglutinan a las dos espiritualidades?
Cuando Iñigo de Loyola cayó herido empezó a tener su propia experiencia de Dios (su experiencia religiosa), pero por aquella época no sabía, no tenía ni el lenguaje ni el concepto para pensar qué era lo que le estaba ocurriendo. Entonces acudió a los santos más populares de su entorno (por ejemplo el santuario de Aranzazu, donde había cierto ambiente franciscano). Él ya había leído la vida de San Francisco, y era uno de los pocos santos que citaba expresamente él, junto a Santo Domingo de Guzmán, con el deseo de imitarles. Los ejercicios se construyen también con grandes valores franciscanos.
El tema de la pobreza también fue un tema que preocupó mucho a san Ignacio de Loyola a todos los niveles, su diario espiritual es en definitiva una deliberación en torno a un posible régimen de pobreza (sobre el uso del dinero, el desapego, el poder, los cargos…). Ahí hay intuiciones franciscanas muy profundas. No podemos olvidar la humildad, que es tan franciscana en su esencia. La construcción del carisma recorre los ejercicios espirituales. El Jesucristo ignaciano es un Jesucristo obediente y humilde. La experiencia religiosa atraviesa la meditación profunda de las tres maneras de humildad (de las cuales, la última es la identificación con Cristo crucificado)… Entonces, aunque luego se separó de los mendicantes y de esa manera de organizar la vida religiosa (no quiso frailes ni conventos), no cabe duda de que hay valores de los carismas que se tocan, que se reinterpretan de manera peculiar cada uno y que convergen.
¿Cómo sería un pequeño bosquejo de la espiritualidad del Papa Francisco?
Conozco poco su trayectoria y su magisterio como cardenal de Buenos Aires, pero sí que es cierto que el cardenal Bergoglio (y también en su época anterior como jesuita) demostró una sensibilidad especial por el compromiso social, por vincular la experiencia religiosa interna al compromiso y a la ayuda a los más desfavorecidos, los más pobres. Su testimonio personal de austeridad y su deseo de seguir una pobreza evangélica, creo que han marcado también su trayectoria. A veces nos hace falta visibilizar estas cosas con pequeños o grandes signos, y al mismo tiempo con una pasión por Cristo evangelizadora y anunciadora muy explícita. Creo que él ha sabido hacer esto, así como ha sabido desmarcarse siempre de posibles ideologizaciones o reduccionismos de carácter más bien político.
¿A quién está dirigido el máster Ignatiana, y cómo puede uno apuntarse?
El máster Ignatiana está dirigido a todas aquellas personas que tengan una cierta sensibilidad y un cierto interés (o como mínimo, curiosidad) por recibir formación en torno a temas ignacianos. Uno puede pensar que el primer destinatario son los jesuitas que quieran recibir una especialización en estos temas (y eso sin duda), pero en torno a los jesuitas y sus instituciones hay mucha más gente (laicos y laicas, religiosos y religiosas) muy comprometida, trabajando duramente y queriendo seguir esta espiritualidad. Para todos ellos está abierto el máster.
Los requisitos para acceder están todos en la página web de Comillas: www.upcomillas.es/masterignatiana
Las clases se imparten en español, por lo que exigimos un nivel suficiente de conocimiento del español, que verificamos con alguna prueba del Instituto Cervantes; y por último ganas de estudio y de saber, y de dejarse sorprender por el máster.
¿Arranca en septiembre?
Sí, el 16 de septiembre comienzan las clases.
¿Cuántos años dura?
Está organizado en un año académico para poder defender la memoria del máster a lo largo del mes de junio. Son 6 módulos lectivos (tres en el primer cuatrimestre y tres en el segundo), y un séptimo módulo de unas tres o cuatro semanas dedicado fundamentalmente a la elaboración y redacción de la memoria, con el apoyo de un tutor. Los módulos son individuales y tienen un número asignado de créditos 8entre 6 y 10), y la gente puede ayudarse a uno u a otro según sus posibilidades, preferencias, etc.
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