La existencia de Religión frente a la nada, la Religión frente a la Ética laica traduce una dialéctica de enfrentamiento equivocada
(Ángel Manuel Sánchez).- Con la nueva reforma educativa el patio está más que revuelto. ¿Debería replantearse esta asignatura cómo lo ha hecho el Gobierno-Oposición, cómo lo pretende la Iglesia ó por terceras vías?.
Creo que existen terceras vías que podrían solucionar el gran problema que con acierto es citado por la CEE en sus declaraciones más recientes: «el esfuerzo, la memoria, el sacrificio y, sobre todo, el sentido de la vida han sido eliminados de la educación escolar».
El nihilismo existencial y la politización de la educación han calado hasta los tuétanos en nuestro fracasado sistema educativo, ¿por la existencia de un pluralismo ideológico y religioso que desemboca en el relativismo moral y en el individualismo? No creo que sea sólo por eso. Es demasiado dogmático verlo así.
Creo que esencialmente lo que hay en nuestro sistema educativo es la ausencia de una asignatura común que forme académicamente en la formación del sentido crítico y ético en los alumnos.
La existencia de Religión frente a la nada, la Religión frente a la Ética laica traduce una dialéctica de enfrentamiento equivocada, porque en nada ha beneficiado, y en mucho ha provocado lo que hay: un enorme terreno de nadie donde el alumno se pierde y se desentiende amparándose en referentes morales más próximos y más atrayentes donde impera el todo vale y donde el éxito se mide por lo más fuerte que seas o más puedas comprar. El Consumismo (el materialismo) es el casi absoluto vencedor en la formación de las jóvenes conciencias, y ello ocasionado por una estéril y maniática dialéctica de enfrentamiento dogmático que ha perjudicado sobre todo a los estudiantes y que ha contribuido a politizar más aún la Educación.
Quizás ésta ha sido la gran ausencia, la de la batalla frente al nihilismo.
Sabemos cómo anda el patio y sabemos cuántos intereses políticos y corporativos confluyen para que la educación haya de ser un instrumento de control de conciencias. La Iglesia podría subrayar el bien común traducido en la obligatoriedad y evaluación de una asignatura común de formación en Historia de las Religiones y Fundamentación Ética de la conducta que rompiese con la fractura y el nihilismo presente, que expusiera de manera neutral la contribución de la fundamentación religiosa a la actitud ética de la conducta de las personas en igualdad y/o complementariedad con una fundamentación laica de la ética personal.
Implicaría para la Iglesia una renuncia a prerrogativas estériles, pero también una no desdeñable contrapartida. La Iglesia católica española podría gozar a la larga de una posición donde subraye su autoridad moral como factor social indispensable para el desarrollo de la comunidad política y como co-definidor de la moral pública que el Estado pretende reservarse en exclusiva, acorde con el principio de neutralidad confesional que se perdería con un Estado laico, definidor en exclusiva de la moral pública.
TERCERA VÍA pues, que sería que las confesiones religiosas compartan con el Estado una común asignatura y canalicen a sus comunidades la formación religiosa específica.
Sabemos que el Estado desea reservarse en exclusiva la posición de definidor de la moral pública, porque tendemos a un Estado laico. Por ello, que la Iglesia le ponga la trampa de ofrecerle una asignatura común de Historia de las Religiones y Fundamentación ética de la conducta, que permita asociar una ética religiosa convergente con la laica, y sea el propio individuo el que armado con su propio criterio conjugue ambas formas de justificar su moral personal.
LA IGLESIA NECESITA CONVERTIRSE EN UN REFERENTE MORAL DE LA SOCIEDAD NO EN UN REDUCTO DE MORAL CATÓLICA. Por ello, se necesita una asignatura que permita situarse en el ágape y no en el aula parroquial habilitada en la escuela pública. Que la Iglesia mire más allá, vaya más allá y aborde el auténtico reto, el resistir frente al nihilismo cultural instalado en la escuela y al peligroso oportunismo político que utiliza la escuela pública como incubadora ideológica ó como instrumento de segregación social entre estudiantes de educación pública y privada/concertada.
Una cosa es cierta, por experiencia personal, hay que proporcionar sentido al esfuerzo. Ni la clase de Religión por sí sola ni Educación para la Ciudadanía aseguran la fundamentación ética ni el desarrollo del pensamiento crítico en el educando. Una ética para católicos ó personas pertenecientes a otras confesiones y una ética para ciudadanos no garantizan la libre elección ni la libre formación de la conciencia de las personas, de hecho han antagonizado, han dividido y enfrentado a la sociedad. La política se ha introducido escandalosamente en nuestro sistema educativo y todo el mundo pretende velar por su propio interés y casi nadie por el de los alumnos.
Primero hay que aclarar que la asignatura de religión no es una exigencia del estado aconfesional, que nada tiene que ver aquí salvo en que las distintas confesiones reconocidas sean tratadas igualitariamente en lo que a impartir la asignatura se refiere, sino que es una exigencia de la libertad de los padres para escoger a favor de sus hijos la formación religiosa ó moral más acorde con sus propias convicciones (Art. 27.3CE). En este contexto jurídico queda plenamente justificada la existencia de la asignatura. Sin embargo, es la praxis la que ha de delimitar el alcance de su contenido, es decir la praxis contiene propiamente su definición.
Yo recibí formación católica parcialmente e historia de las religiones. Con el tiempo me doy cuenta que la formación católica tiene en los centros de pastoral su lugar eminente, y la historia de las religiones en la escuela su lugar preeminente. Una asignatura que conjugue hecho religioso, historia de las religiones y fundamentación ética de la conducta creo que se adapta mejor a la evolución biográfica y psicológica del alumno, al que en la adolescencia hay que meter de lleno en la reflexión moral de su conducta.
El artículo 27.3 de la Constitución establece que los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
Esta libertad de los padres ha de constituir ante todo una fundamentación para la defensa, no de la asignatura de Religión en la Escuela pública, en absoluto dice eso, sino de la libre enseñanza religiosa a través de centros concertados ó privados de carácter religioso, donde la formación católica debería plantearse como formación extraescolar obligatoria, y donde las parroquias deberían en este caso ser generosas cediendo su turno a los colegios religiosos como formadores sacramentales, bajo supervisión del obispo de la diócesis, siendo más propio de él ejercer aquí su jurisdicción y no en la educación pública. Elegir profesores de religión católica dentro de ella podrá ser una prerrogativa excusable por su reconocimiento positivo en los Acuerdos con la Santa Sede, pero es un auténtico anacronismo a día de hoy, injustificable, y que no trae más que inconvenientes y rechazos.
La Iglesia católica debe sostener la defensa de una asignatura obligatoria y evaluable con contenido histórico-religioso y de ética mixta, que estimule ante todo el sentido y la reflexión crítica y ética del alumno desde la complementariedad de una fundamentación histórica, religiosa y humanística.
Es más ventajoso a la larga favorecer esto que lo que hay ahora, Religión frente a la nada, ó Religión frente a la Ética laica.
Defienda una asignatura que introduzca al Hecho religioso y a la fundamentación ética de la conducta para contrarrestar así dos constantes amenazas: 1) que la política siga instrumentalizando intolerablemente la educación en contra del bien común (el de todos en el de la libre formación moral (presente y no ausente), y académica (eficiente y no condescendiente), de la infancia y de la juventud) y 2) que el nihilismo y el consumismo sean los únicos referentes prácticos y eficaces en su deformada conciencia crítica.
A los defensores a ultranza del Estado ó del Mercado les interesa una Educación Pública fracasada, una formación moral de los alumnos negligente. En definitiva, a ambos les importa un bledo el libre desarrollo de la personalidad de las personas consagrado en el artículo 10º de la Constitución, porque educar en el pensamiento crítico y en la fundamentación ética de la conducta personal dificulta sobremanera la manipulación del votante y/o del consumidor.
La defensa de una asignatura común por parte de la Iglesia católica española la situaría en la preeminencia social de quien está llamada a ejercer un Liderazgo Moral efectivo sobre la sociedad, y para ello la mejor manera es dando ejemplo de trabajo por el bien común, renunciando a la asignatura específica de Religión en aras del bien concreto, el de la formación moral mixta y efectiva de la juventud española, que es en definitiva lo que importa y la que se corresponde con las auténticas necesidades de la sociedad civil, la única realmente legitimadora.