a oscuridad desaparece por sí sola cuando se enciende una pequeña luz, una cerilla. La oferta teológica y teologal es esa cerilla que tenemos que cuidar, para que no se apague
(Martín Gelabert, op).- La apologética, o sea, la defensa de la fe cristiana frente a los malentendidos, descalificaciones o ataques venidos del exterior, siempre ha existido en la Iglesia.
Ha tenido una doble orientación, que dependía más del talante del apologeta que del tipo de ataque al que había que responder. Hay una apología que se dedica a descalificar al adversario y lo trata como un enemigo; y hay otra que busca puentes de diálogo con la postura distante, diferente o disidente. Por lo demás, la apología no es la más importante tarea eclesial. La tarea principal de la Iglesia es dar a conocer el Evangelio y ofrecer una reflexión teológica que ayude a comprenderlo mejor, primero por los propios creyentes y luego por los que deben ser evangelizados.
Hoy abunda la apologética y es escasa la buena teología. A falta de propuestas teológicas y de ofertas teologales, hacemos apologética. Y además de la mala, de la que descalifica y es incapaz de ver nada bueno en el diferente o en el distinto.
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