Son el amor y la bondad, y no el poder y la fuerza, las que pueden cambiar la faz de la humanidad
(Javier G. Cuesta).- El lunes de esta semana pasada, el pasado día 3, se cumplieron los cincuenta años de la muerte de Juan XXIII. Los que tenemos años, recordamos aquella tarde de domingo de Pentecostés en la que la mayor parte del mundo estuvo pendiente de los medios de comunicación que nos transmitían los últimos momentos de la vida del Papa Bueno que se había ganado el corazón del mundo. Es más, con sus últimos suspiros y el ofrecimiento de su vida por la paz el planeta tierra se hizo corazón y lágrima. Ningún acontecimiento hasta entonces había logrado sintonizar a las personas con un mismo sentimiento. Aquella tarde fue verdad que son el amor y la bondad, y no el poder y la fuerza, las que pueden cambiar la faz de la humanidad. La iglesia no debiera olvidar esta lección e insistir para que no se olvide.
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