El camino de la belleza de la fe es el único estímulo válido para proponer un mensaje cristiano capaz de testimoniar la belleza de la comunión
Del 3 al 7 de junio se ha celebrado en el Monasterio de Montserrat una nueva edición del Encuentro Ibérico Monástico benedictino, en el que han participado 37 superiores de comunidades de la Orden de San Benito de la Península Ibérica (26 femeninas y 11 masculinas). Durante las tres jornadas de trabajo, los participantes han tratado cuestiones de la vida benedictina en el momento actual, justo cuando se cumplen 50 años de la celebración del Concilio Vaticano II.
Las dos conferencias del Encuentro las han pronunciado el P. Bernabé Dalmau, monje de Montserrat, sobre El año de la fe, y el P. Juan Javier Flores monje de Santo Domingo de Silos y rector del Pontificio Ateneo de San Anselmo (Roma), centrada en la Nueva evangelización y liturgia. En su intervención, el P. Bernabé Dalmau ha destacado que «para que la fe de los católicos no se reduzca a sentimientos y rutinas se precisa un esfuerzo de transmisión pedagógica de contenidos, con el objetivo de saber en qué creemos los que creemos». «Cabe redescubrir la belleza y la centralidad de la fe -asegura-. En un mundo y en una Iglesia marcados por la desarmonía y la fragmentación, el camino de la belleza de la fe es el único estímulo válido para proponer un mensaje cristiano capaz de testimoniar la belleza de la comunión».
El día 6 se realizaron las votaciones para la renovación de cargos del Encuentro Ibérico, en las que fueron elegidos el P. Lorenzo Mate, abad del Monasterio de Santo Domingo de Silos, como presidente, y la M. María del Rosario del Camino, abadesa del Monasterio de San Pelayo de Oviedo. El Encuentro terminó con una visita al Monasterio de Sant Daniel de Girona, que celebra este año el milenario de su fundación.
El P. Abad de Montserrat, Josep M. Soler, en la homilía inaugural del Encuentro, explicitó: «Para nosotros, monjes y monjas, discípulos de la escuela de san Benito, el dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios nos conlleva resonancias de tres invitaciones fundamentales de la Regla. La primera: buscar a Dios de veras para amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas; la segunda: no anteponer nada al amor de Cristo; y la tercera: amar al prójimo anticipándose a honrarlo buscando lo que le sea más útil».