Estremece comprobar que la Humanidad tiene muchísimo más conocimiento que sabiduría, la única que la alejará de la barbarie
(Ramón Baltar).- El caso de la joven salvadoreña que gestaba un feto anencéfalo y no pudo abortar por prohibirlo la Constitución de su país, pone en entredicho la creencia de que lo concebido de humanos es desde el inicio persona, por lo que su eliminación constituye siempre un asesinato. Y también las leyes que la aceptan como verdad irrefutable.
El debate sobre la calificación moral del aborto procurado no parte de la constatación de un hecho revelante: en su lado material, el proceso de la reproducción humana busca solo la continuidad de la especie y destruye antes de nacer a muchos de los individuos que no acierta a crear aptos para la vida (aborto espontáneo). Pero de aquí no se sigue la licitud ética de todo aborto provocado: el hombre no está obligado a imitar aquellos comportamientos de la naturaleza que empeoran su condición espiritual.
Mientras filósofos y científicos discuten cuándo se ha de reconocer a lo concebido como persona, no parece aventurado negarle protección jurídica al feto carente del órgano cuyo desarrollo faculta al Homo sapiens para realizar las operaciones que lo distinguen del animal bruto y tomar conciencia plena de sí. Si se plantea así el asunto, la ley que prohíba abortar en supuestos como el comentado es una ley inútil porque pretende proteger una forma que no es ni esperanza de vida sino función vegetativa.
Las posiciones ideológicas cerradas no prestan atención a un dato que no es simple estadística: el avance de la medicina ha conseguido reducir el número de abortos naturales, pero la sociedad no está por movilizar los medios disponibles para ir reduciendo el de los provocados. Estremece comprobar que la Humanidad tiene muchísimo más conocimiento que sabiduría, la única que la alejará de la barbarie.
Aunque tal vez no se llegue nunca jamás a prevenir todas las situaciones de embarazo susceptibles de terminar en aborto, es ineludible dar pasos decididos hacia esa meta utópica. Las leyes tienen en esto su parte, la educación la mayor.