Ya no habrá condenas a teólogos ni llamamientos al orden a las escuelas católicas o los religiosos. Cambia el péndulo en Roma, y también lo hará en España
(J. B.).- Mucha gente en el desayuno que esta mañana ofrecía, en el Forum Europa, el cardenal Rouco Varela. Nutrida representación política y empresarial, algunos obispos -el cardenal Amigo, Juan del Río y los auxiliares Camino y Fidel. Se echó en falta la presencia del Nuncio Fratini– y muchos miembros de la Casa de la Iglesia y del Arzobispado de Madrid. El cardenal se mostró taciturno, y apenas echó mano de su sorna gallega para hablar de sus –inexistentes- relaciones con Mariano Rajoy, y para hablar sin hacerlo de su renuncia. Sin embargo, en todos los corrillos posteriores, se mascaba un aroma a despedida.
En los mismos, varios temas. En primer lugar, la extrañeza por la ausencia de referencias al Papa Francisco. Apenas una frase cuando se le preguntó por la asistencia de Bergoglio a la JMJ. Habló más Rouco de Benedicto que del nuevo Papa. No es Rouco santo de la devoción de Francisco, y viceversa. Y se nota. En los gestos y, sobre todo, en los silencios. Especialmente, también, en la actitud.
Algunos periodistas y responsables de grupos pro vida también incidieron en que Rouco no fue especialmente beligerante respecto a la reforma de la Ley del Aborto, y sí en el deseo de que la clase de Religión no tuviera que pasar por lo que denominó «referéndum anual». Como si ése mismo refrendo no fuera por el que pasan los docentes de la asignatura por obra y gracia de los obispos, sin que ese tema, mucho más grave que el hecho de que los católicos -como sucede con la X de la Renta- elijan cada año la opción de asignatura para sus hijos.
Rouco no esperaba, o al menos así lo comentó ante sus íntimos, nuestra pregunta acerca de la renuncia. Tampoco la información publicada el día anterior. Salió como pudo, sin elegancia, aunque posteriormente reconoció que es un tema «del que es lógico que se hable», y lamentó no haber contestado con un genérico «estoy al servicio de la Iglesia». Y ése fue el otro asunto de los corrillos posteriores. Obispos, personal del Arzobispado y la Casa de la Iglesia, hombres que saben de lo que hablan y que han sido ya consultados, y que dan por hecho de que la marcha de Rouco es cuestión de tiempo. «El Papa ya le ha aceptado la renuncia, sólo falta consensuar el momento», llegó a decir un eclesiástico.
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