Jesús vería hoy la Iglesia un poco cansada, fatigada, centrada excesivamente en sí misma... pero también optimista y con esperanza
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(Jesús Bastante).- Domingo Montero es franciscano capuchino. Tiene varios libros sobre la figura de Jesús, el último de ellos titulado «110 preguntas de hoy a Jesús» (CCS), cuyas respuestas están extraídas del Evangelio. «No hace falta inventarse a Jesús, todavía no lo hemos agotado«, asegura el autor, que explica que «Jesús es un personaje de caminos, el Evangelio transcurre prácticamente a cielo abierto».
Es por ello por lo que Domingo Moreno recomienda «acercarse a Jesús al aire libre, respirando el aire del campo que Él respiraba«, y «viendo, tocando y sintiendo como un hombre rural» en lugar de especulando. Teólogo experto en Escritura Sagrada, afirma que «Jesús no murió porque se resignara, fue un insumiso. Murió porque era hombre«.
¿Es un desafío para un creyente imaginar qué le preguntaría a Jesús?
Es un desafío, pero al mismo tiempo es apasionante. Desde que empecé los estudios de teología, el tema de Jesús y la Sagrada Escritura fue lo que más me cautivó. Terminados mis estudios, mis superiores me permitieron ir a Roma a hacer Sagrada Escritura, y a los tres años vine y me dediqué a la docencia de Antiguo Testamento. Con lo cual, el tema de Jesús lo llevaba en la vida privada, digamos, en mi estudio personal y en mi espiritualidad. Poco a poco fui desarrollando algunos temas y cuestiones que ahora, ya en la madurez, voy sistematizando y dejando por escrito por si a alguno le pueden servir. Es un tópico decirlo, pero creo que el tema de Jesús es fascinante.
¿Sigue habiendo preguntas para Jesús? ¿Es alguien de quien todavía podemos ir conocer cosas, a pesar de que probablemente sea el personaje histórico sobre el que más se ha escrito?
Él lo dijo: «Me quedan todavía muchas cosas por deciros», y en esa línea tenemos que estar nosotros, echando la red para captar respuestas desde preguntas de hoy. Porque las preguntas «básicas» son siempre las mismas, pero nada es igual dependiendo del sitio desde donde se hace la pregunta. El tema de Jesús es un tema abierto. Es un pozo del que podemos estar extrayendo siempre esa agua viva.
De esas 110 preguntas que planteas, ¿cuál escogerías para hacerle a Jesús, si sólo pudiera ser una?
Para mí la gran pregunta sería: «¿Qué me dices de ti mismo?«. Y su vida es la respuesta. Una respuesta tan personal, tan densa, que solamente la podemos percibir desde la perspectiva. Por eso Jesús está abierto a multitud de perspectivas y a multitud de preguntas, que no son contradictorias sino enriquecedoras. No se puede reducir todo a una especie de normativa anónima, debemos percibir la pluralidad y el encanto que tiene acercarse a Jesús desde perspectivas distintas.
¿Y qué crees que respondería Él?
Lo que dijo a los discípulos. Yo en el libro no he querido decir más de lo que dice Jesús, porque lo que yo diga vale poco. Él dijo «venid a mí y aprended de mí». Creo que todos debemos estar en ese camino, yendo a Él y aprendiendo de Él.
¿Crees que Jesús está demasiado mediatizado por las interpretaciones?
Ése es un riesgo, ciertamente. Creo que ha habido excesiva domesticación sobre este punto, porque Jesús ya hizo y ya dijo. Según la Biblia, cuando Dios le preguntó a Moisés ¿quién eres?, le dijo «yo seré lo que seré«. Creo que esta perspectiva de futuro vale para Jesús, porque Él no está «dicho», está por ver y hasta cierto punto por venir. Y yo creo que ésta es la tarea del cristiano: no inventarse a Jesús, porque no hace falta. Todavía no lo hemos agotado (ni lo agotaremos). Por lo tanto, creo que los acercamientos son cada día más necesarios, y que cada vez deben ser más profundos y más actuales.
Sin embargo, dentro del marco institucional, ¿no se puede -si no agotar-, acotar a Jesús dentro de una serie de parámetros y normas? ¿No dejan los dogmas fuera a cierta parte de Jesús que podríamos contemplar?
Bueno, yo creo que Jesús se resiste a esa domesticación, a que se le acote. Él es un personaje de caminos. El Evangelio transcurre prácticamente a cielo abierto, y creo que esa atmósfera es la que necesitamos hoy para acercarnos a Jesús. Y creo que el Papa está intentando querer decirnos esto: que a Jesús hay que acercarse al aire libre, respirando el aire del campo, que es el que Él respiraba. Jesús era un hombre rural, y el hombre de campo es fundamentalmente un hombre que respira, que ve, que toca y que siente, no tanto que especula.
¿Te parece que el Papa Francisco huele a oveja, como él mismo dijo? ¿Es lo que parece o estamos exagerando?
Creo que el Papa encanta, pero debemos ser profundos. No podemos caer ahora en un papanatismo, aunque sea de otro signo. En una revista que dirijo sobre Biblia, Evangelio y Vida, con motivo de la elección del Papa escribí un editorial diciendo que la única pregunta a la que tiene que responder el Papa es a la que le hizo Jesús a Pedro: «¿Me amas?». Y creo que este Papa evidencia ese amor con una sensibilidad y una frescura precisamente a cielo abierto.
¿Se acerca más ese estilo de Papa-párroco a lo que quiso Jesús?
Creo que esa actitud es necesaria. Sería una especie de populismo frente al oficialismo, aunque todos los «ismos» son peligrosos, pero creo que él presenta unos acentos y unos tonos que supongo que sabrá tratar y controlar. Creo que puede hacer mucho bien a la Iglesia.
Esto no significa descalificar al Papa anterior: Benedicto XVI para mí ha sido un gigante, y su decisión de renunciar para mí ha sido de lo más importante que se ha hecho en la historia de la Iglesia. Pienso que cada momento tiene su respuesta, y que el Papa actual es la respuesta para este momento.
¿Qué respuestas debe dar la Iglesia a las preguntas del mundo de hoy? ¿Cuáles son las más graves y acuciantes?
Las respuestas que debe dar la Iglesia son las del Evangelio. Este Papa está insistiendo mucho en la descentralización, porque la Iglesia no es el centro, es sólo un punto de referencia que debe conducirnos a Jesús. Por tanto, creo que la Iglesia debe recoger las preguntas de hoy e iluminarlas desde Jesús. Ahora, aunque parece teóricamente fácil, es difícil, y los que estamos en la pastoral lo sabemos. No se trata de condescender sin más, sino de profundizar. Y se puede profundizar también con la sencillez y el acercamiento, con este estilo que está imponiendo el Papa de ahora.
¿Sienten los dogmatistas peligrar la seguridad a causa de esta actualidad y de esta renovación?
Las que son peligrosas son las seguridades. La seguridad es como la muralla que pretende defender la debilidad. Creo que es mejor el camino, el diálogo y el aire libre. Y esto no es incompatible con la profundización y con la seriedad.
¿Qué temáticas has abordado a través de las 110 preguntas del libro?
He intentado tomar el Evangelio desde los orígenes e ir haciendo el itinerario por la llamada «vida oculta», el desierto, el encuentro con el Bautista, la vida pública con sus contenidos fundamentales (el Reino, la metodología, las parábolas, los milagros, la oración), temas centrales de la vida de Jesús como su relación con la mujer o con el poder político… y finalmente la muerte y la resurrección, y un último tratado sobre qué diría Jesús a la Iglesia de hoy.
¿Cómo crees que vería Jesús a la Iglesia de hoy?
Un poco cansada, fatigada, centrada excesivamente en sí misma… pero también optimista y con esperanza. Esto es lo que hay que potenciar, y eliminar los cansancios.
La visión de la Iglesia nunca será unívoca, porque camina en situaciones y en ámbitos distintos. Afortunadamente me parece que la visión de la Iglesia de Jesús es una visión esperanzada, porque Él está con nosotros, y eso es la causa de nuestra esperanza.
El libro está planteado como una entrevista, en la que tratas a Jesús de «tú»
¡No le voy a tratar de usted! El «tú» en castellano es respetuoso e íntimo. Y el libro es una especie de «tú a tú» con Jesús.
Tienes otra obra de preguntas sobre Jesús: «Jesús, preguntas y miradas»
Sí, son preguntas de Jesús, preguntas a Jesús y miradas de Jesús.
¿Para escribir las respuestas te fijaste sólo en los Evangelios sinópticos, o en todo lo que se ha escrito sobre Jesús?
Es un trabajo catequético, no se trata de distraer al personal. Así que me centro fundamentalmente en el Evangelio, y en sus grandes profundizadotes (sobre todo Pablo). Esos son los núcleos a los que me he remitido para aportar las reflexiones.
¿A quién le podríamos regalar este libro?
Creo que es un libro sencillo pero al mismo tiempo con profundidad y con contenido. Es un acercamiento a Jesús traduciendo al hoy preguntas que en el fondo están radicadas en el Evangelio. Así que creo que este libro vale para jóvenes, que a veces no quieren leer libros gruesos sobre Jesús; vale para una catequesis guiada, y para cualquiera que tenga inquietud sobre Jesús y que quiera ir abriendo boca.
¿Te planteas una segunda edición con preguntas de los lectores?
Podría ser.
¿Hay alguna pregunta que te hubiera gustado formular pero con la que no has encontrado la manera?
He hecho las preguntas con mucha libertad. Hay algunas sobre el tema del sufrimiento, de la Pasión, de su muerte… Le he preguntado por qué, si Él no tiene pecados, se introduce en el Jordán y se bautiza como los pecadores. Son temas profundos de la teología que he intentado tratar de una manera sencilla pero sin rehuir las cuestiones.
¿Le preguntas por qué habiendo podido salvarse eligió el calvario?
Sí, también está abordado este tema en el capítulo de la Pasión. Pero Jesús no vino a sufrir la Pasión, sino a ser testigo del amor de Dios. Fuimos los hombres los que introdujimos la modalidad del rechazo, y ni Él se echó atrás ni el Padre le retiró. Pero no es que el Padre quisiera la muerte de Jesús en la cruz. Jesús murió porque era hombre, y porque una serie de circunstancias político-religiosas no aceptaron su propuesta y apostaron por eliminarlo.
Sin embargo, siempre nos han enseñado la «sacralidad» del sufrimiento y del dolor como purificación y como forma de acercarse a la cruz de Cristo
Cuando Jesús dice que tomemos su cruz, no nos está invitando a la resignación, sino al protagonismo. Jesús no murió porque se resignara, fue un insumiso. Precisamente por no aceptar, tuvo que asumir las consecuencias. Por eso nos dice que, quien quiera irse con Él, debe asumir el proyecto con sus consecuencias. No es que nos invite a estarnos flagelando todas las mañanas, ni a quedarnos clavados en su cruz, sino a cogerla y llegar hasta el final, que es la resurrección. El dolorismo no es cristiano.
¿Solemos dar más importancia al sufrimiento, la muerte y la pasión, que a la resurrección? ¿Debería haber en las iglesias, además de los crucifijos, imágenes del Cristo resucitado?
Es difícil equilibrar, y es cierto que en la propuesta pastoral no se puede ignorar la cruz (porque hay tantas cruces en la vida…) pero debe ser una cruz iluminada.
El Cristo definitivo es el Cristo resucitado con las señales de la cruz. Las señales de la cruz no se deben borrar, porque fueron verdad. Pero la Verdad es la glorificación. Por lo tanto, la imagen ideal sería un Jesús resucitado pero con las llagas bien visibles.
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