El Gran Cisma es el de la soberbia en no enmendarse: "es la Tradición la que hay que reinterpretar" y el Evangelio que readaptar. (Y si se pudiera eliminar el de San Juan, mejor todavía.)
(Pedro Rizo).- Hoy parece obligado hablar de los cismáticos lefebvrianos ante el nunca cerrado problema de los cambios emanados del Concilio Vaticano II. Dichoso, por la otra punta, el tal evento que en lugar de convocarse, como todos en la historia de la Iglesia, para definir doctrina frente a errores y cismas, éste se adhirió a antiguas herejías, creó otras nuevas y determinó el cisma más grande jamás imaginado.
Los obispos y sacerdotes de la FSSPX coincidentes con el XXV aniversario de las consagraciones episcopales efectuadas por Mns. Lefebvre y Mns. de Castro Mayer, justamente el 27 de junio de 1988 han publicado una declaración en nada diferente a su espíritu fundacional.
El caso es que, en contra de lo que se quiere difundir, y así contrasta la memoria de las discusiones doctrinales cumplidas en abril de 2011, no es la misa la cuestión en disputa, al menos no la única ni la dificultad principal. Lo son los cambios introducidos en nuestra religión por el CV2, o en su nombre, y a los que, obviamente, la Nueva Misa debe adaptarse y servir.
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