No poseemos ningún retrato, fotografía ni datos que nos permitan describrir el verdadero rostro de Jesús. Pero, de todos modos, podemos reconstruirlo
(Paulinas).- No poseemos ningún retrato, fotografía ni datos que nos permitan describrir el verdadero rostro de Jesús. Pero, de todos modos, podemos reconstruirlo: su rostro, en efecto, está impreso, con toda nitidez, en una tela auténtica: el Evangelio.
A partir del texto sagrado, un biblista y un pedagogo ponen de relieve sus miradas, los movimientos de sus manos, la sensibilidad de su oído, las cadencias de sus pasos, las expresiones y tonos de su voz, y la fuerza comunicativa de sus silencios.
A través del análisis, la vasta gama de sentimientos que impregnan el corazón del rabí de Nazaret, se convierten en una sinfonía de sorprendentes variaciones, en las que todo hombre y toda mujer pueden reconocerse.
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