Por eso terminaste perdiendo el partido. Fue ella la que te metió gol. No con sus patadas y pataletas. Te metió un gol con el corazón y que entró por la puerta del tuyo
(Juan Jáuregui).- Así calificaría yo el Evangelio de hoy. Una mujer pagana le metió un gol a Jesús. Lo sigue, lo persigue, le insiste, y Jesús como si tal cosa. Y cuando le piden la atienda, porque él se hace rogar, Jesús muestra una actitud insólita. La llama prácticamente «perra».
«No está bien echar a los perros el pan de los hijos».
Aquí pareciera que el árbitro da por terminado el partido. Pero la mujer no es de las que se da por vencida. Acepta que puede pasar por ser un perrito, pero reclama sus derechos de perrito.
También los que están bajo la mesa tienen sus derechos.
Los derechos a las migajas para que no se pierdan.
¿Por qué se han de perder las migajas que caen?
¿Será que Jesús se puso realmente duro con ella?
¿Será que Jesús quiso poner de manifiesto la verdad de la fe como constancia y perseverancia incluso cuando todo parece contradecirla?
Porque al fin, esa parece ser la conclusión de Jesús: «Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas«.
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