Su sabiduría y su prudencia dejaron una gran huella en la Iglesia de Barcelona
(Josep Miquel Bausset).- Nacido el 12 de agosto de 1913, ahora hace 100 años, en Santa Coloma de Farners, en el seno de una familia humilde, Narcís Jubany i Arnau estudió en el seminario de Barcelona. Ordenado presbítero el 30 de julio de 1939 y destinado como vicario a Piera, pronto fue enviado a ampliar estudios a la Universidad de Comillas, donde obtuvo el doctorado en Derecho Canónico.
Posteriormente en la Universidad Gregoriana de Roma, se doctoró en Teología. Fue profesor de Derecho Canónico en el Seminario de Barcelona, viceconsiliario de los Jóvenes de Acción Católica y consiliario de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas.
Canónigo de la catedral de Barcelona, el 24 de noviembre de 1955 fue nombrado obispo auxiliar de Barcelona (con el arzobispo Modrego) y el 1964 obispo de Girona, donde desplegó una gran actividad, sobre todo en la renovación pastoral y litúrgica. Participó activamente en el Concilio Vaticano II, con algunas intervenciones suyas que fueron decisivas en el grupo de los padres conciliares progresistas y como obispo de Girona, tuvo problemas con las autoridades franquistas, sobretodo por sus palabras en catalán, en la fiesta de Corpus de 1969.
A finales de 1971 fue nombrado arzobispo de Barcelona, para sustituir a D. Marcelo González, después de la campaña «Volem bisbes catalans» (Queremos obispos catalanes). Jubany fue creado cardenal por el papa Pablo VI el 5 de marzo de 1973. El 23 de marzo de 1990 se le aceptó la dimisión de la sede de Barcelona, que ocupó el obispo de Tortosa Ricard Mª Carles.
Sus contactos con obispos de otros países, le proporcionaron una visión abierta y ecuménica de la Iglesia, y con Tarancon, tuvo un papel decisivo durante la Transición. El cardenal Jubany, de línea claramente montiniana, participó en la redacción del documento del episcopado catalán, «Arrels cristianes de Catalunya» (Raíces Cristianas de Catalunya) de 1985. Además, creó en Barcelona la Universidad Ramon Llull.
Obispo plenamente conciliar, Jubany afirmaba que «el alejamiento de la Iglesia en relación con el franquismo, fue posible gracias al Vaticano II» y por eso, durante las sesiones del Concilio, el obispo Jubany apostó claramente por el aggiornamento.
En una intervención suya en el aula conciliar, el 15 de octubre de 1963, el obispo Narcís defendió en nombre de doce obispos españoles la colegialidad episcopal de la Iglesia: «La estructura jerárquica es primacial y colegial a la vez, desde el punto de vista teológico y jurídico». Eso causó una gran indignación en la mayor parte del episcopado español, profundamente franquista. Años más tarde, el cardenal Jubany recordaba que cuando salió del aula conciliar, «nuestros hermanos en el episcopado, se esforzaban en saber quienes eren aquellos obispos traidores».
Hombre entrañable, muy inteligente y dialogante con todas les sensibilidades de la diócesis de Barcelona, el cardenal Jubany tenia una notable formación jurídica (como buen canonista) pero revestida de una gran humanidad. Por eso se quejaba porque «el Derecho Canónico, alguna vez ha perjudicado a la gente».
El cardenal Jubany sufrió, porque tenía un ideal de una Iglesia más democrática y más sensible a los problemas de la sociedad. Apoyó a los sacerdotes obreros de los suburbios e incluso pagó algunas multas que les imponía el franquismo.
Su sabiduría y su prudencia dejaron una gran huella en la Iglesia de Barcelona. Además sabia confiar en los otros, hasta el punto que decía: «Yo no sé de todo». Hombre de dialogo, el 1 de enero de 1977, en la homilía de la Jornada Mundial por la paz, el cardenal Jubany se sumaba a la petición de una amnistía «un deseo que yo comparto».
El canónigo Josep Mª Martí Bonet recordaba que el cardenal Jubany y él mismo, se reunían cada mes con el cardenal Tarancon y el P. Martín Patino (en un lugar discreto) para perfilar líneas de actuación conjuntas.
Como ha dicho el canónigo Martí Bonet, el cardenal Jubany «sabía mirar a los ojos» y «con una actitud sinodal, colaboraba y confiaba en sacerdotes, religiosos y laicos».
En sus18 años como arzobispo de Barcelona, recuperó el ministerio del diaconado permanente (renovado por el Vaticano II) y convocó el 1981 la Asamblea Diocesana, para dialogar entre las diversas maneras de pensar, sobre la problemática de la Iglesia. También propició un dialogo entre la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. Así en la Eucaristía de la fiesta de la Merced de 1982, el cardenal Jubany pedía al presidente Pujol y al alcalde Maragall, «un lenguaje noble y sin ultrajes», y en 1989 exhortaba a «una buena inteligencia entre la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona».
El cardenal Narcís Jubany murió el 26 de diciembre de 1996, después de haber vivido los últimos años de la su vida, de una manera sencilla, en la residencia de los hermanos Camilos de la ciudad Condal.
El sacerdote Josep Mª Aragonès, en la Eucaristía del entierro del cardenal Jubany, lo definió como un hombre que sobresalía «por la sencillez, la austeridad y por su carácter pacificador».