Se indignan porque el legislador se salte sus leyes, cuando se permite lavar los pies a mujeres, incluso a musulmanas, olvidando que el primer transgresor de las leyes fue el mismo Jesucristo
(Isabel Gómez Acebo).- Dicen personas cercanas a un cardenal español que éste se quejaba de que «se nos fue el cónclave de las manos» en clara referencia a que el nombramiento de Bergoglio no era el esperado, ni el deseado.
Estas palabras a un grupo de íntimos se han visto refrendadas por el arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, al expresar en público la preocupación que siente el ala conservadora de la Iglesia (en la que se inserta) ante la creciente popularidad del nuevo papa. Un atractivo que se abre sobre todo entre los no practicantes lo que le hace pensar al arzobispo, que no están por una Iglesia, que predica estrictas normas morales y recta doctrina. Gentes paganas que siguen los mandatos del mundo y por eso se muestran satisfechos ante un presunto aggiornamiento.
Un reciente artículo del NCR recordaba la parábola del Hijo pródigo y se preguntaba, si los que protestan por la apertura del papa a los pobres y pecadores no estarían encarnando al hijo mayor del relato ¿Resienten los brazos acogedores de un padre que no pregunta y mata al ternero cebado para celebrar la vuelta del hijo descarriado?
Lo que está claro es que las descalificaciones, a las que hemos estado sometidos durante la últimas décadas en la Iglesia, no han llevado a las conversiones en masa sino a todo lo contrario. Abortistas, homosexuales, divorciados y vueltos a casar, teólogos que se atrevían a formular nuevos retos, personas que practicaban sexo antes del matrimonio o que utilizaban métodos para evitar el embarazo… han formado parte de una larga lista de indeseables pecadores rechazados. Si el resultado se mide por los números, éste no ha podido ser más nefasto ya que salvo en África los católicos han descendido en casi todas las partes del mundo.
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