Que no hay editor capaz de atreverse con el tema. Pues bueno, el mérito no es escribir para vender, sino para interpretar un trozo de vidas
(Carmen Bellver).- Bueno pues ya estamos en la última semana de agosto. Se acaba un verano laboral que no el del calendario que todavía nos permitirá sudar la gota gorda en septiembre. Ha sido un agosto infausto, me he sentido por momentos como el pobre y santo Job clamando al cielo con la misma bonhomía con la que se describe en las páginas de la Biblia. Pero exageraciones aparte, el libro ha llegado al final, le quedan los flecos para recortar y pulir, nada que no se pueda superar con algunos días de dedicación.
Lo más divertido son las impresiones generales al enviar la sinopsis a algunos conocidos. El libro no es vendible. Es casi la sentencia categórica de algunos. A quién le importa el aggiornamiento y los avatares sucedidos entre 1.978 y 1.982 en esta España de emboscados dispuestos a actuar a lo Curro Jiménez. Yo sin embargo pienso que cuando se escribe se recupera una memoria que pertenece a todos. Se interpreta un rincón de la vida en una época ya tan lejana que hoy es imposible de entender a muchos jóvenes.
El valor del libro consiste precisamente en descifrar por qué actuamos de un modo determinado y en eso reside su importancia, en hacer comprender que el aborto era impensable en una España donde todavía se tardaría tres años en aprobar la despenalización y que sin embargo existía en turismo abortista en el Reino Unido, algo de lo que hacían gala actrices y cantantes de la época, reivindicando ese derecho a decidir hacer con su cuerpo lo que les viniese en gana, sin cortapisas, al estilo de otras naciones europeas. Sin embargo la contraportada de esa imagen reside en la mujer violentada que acepta su embarazo como solidaridad hacia toda la humanidad de mujeres violentadas en la historia por motivos de venganzas tribales, de actos de guerra que humillan al contrario, de redención al asumir el papel de madre soltera con la serenidad del mismo crucificado.
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