Persiste rigidez, dogmatismo, uniformismo, sacralización, ritualismo, moralismo, legalismo o normativismo, mentalidad mágica y falta de verdadero sentido del Misterio, o capacidad simbólica, en el modo de vivirse la liturgia
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(José Antonio Vázquez).- Atravesamos tiempos de transición, tiempos oscuros y, a la vez, tiempos llenos de signos luminosos, que suelen tener un carácter «humilde», o poco llamativo, en medio de la oscuridad.
En el ámbito espiritual, una de las grandes oscuridades de nuestro tiempo podría ser la posibilidad- nada improbable- de que se contara con un cristianismo institucional fuerte y visible (si bien en decadencia evidente) sin que se diera una verdadera experiencia cristiana personalizada (Cristianía) dentro de él.
Y es que podemos tener unas instituciones religiosas que aparentemente funcionen, sin que se viva el cristianismo como experiencia personal, en ellas, al igual que hemos tenido una sociedad oficialmente cristiana sin que hubiera, en gran parte de ella, experiencia cristiana; y el resultado inevitable ha sido el paso a una sociedad no cristiana, cuando no anticristiana o hastiada de lo cristiano.
Toda nuestra institución religiosa puede funcionar como un reloj, pero sin que haya en ella verdadera experiencia cristiana. Naturalmente esto no podría mantenerse indefinidamente. El siguiente paso, en una situación así, sería, o bien, la desaparición o marginalización social del cristianismo, o bien, su real transformación, desde el renacer de una nueva experiencia cristiana (Cristianía) que fuera capaz de renovar las estructuras, haciéndolas menos voluminosas y menos centradas en sí mismas, devolviéndoles su función de instrumento y no de fin. La «Vida» o la «Muerte» estarían así ante nosotros dependiendo de las opciones que hicieramos.
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