Quisiera provocar una experiencia en el espectador: un vértigo ante el desfiladero, el horror de la ceguera, la irrupción de lo irracional, la ternura en un segundo
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(José Manuel Vidal)-José Francisco Navarro es un jesuita especial, que vive en las fronteras del arte, de la literatura y de la naturaleza, caminos para llegar a Dios. De hecho, su obra pictórica explora las interrelaciones de pintura y literatura que surgen cuando vemos la naturaleza en México, Perú y Brasil. Convencido de que el arte y la belleza son un caminio privilegiado para llegar a Dios, se alegra «de la primavera de Francisco, que ha renovado la teología de los gestos y de los símbolos».
¿Cómo se definiría a sí mismo como pintor?
La primera vez que pinté, cuando era niño, sentí que pintar era una manera de hablar sin palabras y después comprendí que era una manera de estar en el mundo. Ser pintor, es también ser poeta, ser creador.
Trato de expresar una forma que no existe en el mundo o que existiendo está por desaparecer. Ser pintor es el oficio de asir lo invisible a través de la materia, de los pigmentos y las texturas, es expresar lo que está presente pero no se advierte, es anunciar lo que está por venir. Uno se ejercita en la contemplación, descubriendo signos de una realidad que trasciende la historia y que impulsa a la humanidad a transformar el mundo, estoy convencido de que la belleza no deja indiferente a nadie.
¿Jesuita-pintor o pintor-jesuita?
En el orden de la vocación, primero fue el llamado del arte. El oficio de pintor, la literatura y la música me llevaron a la Compañía de Jesús. Hoy no me entiendo a mí mismo sin mi vocación de pintor-jesuita. Hablo de lo que he experimentado: una dinámica imparable que transforma todo a un nivel de desarrollo absoluto.
¿Qué pretende con su obra pictórica?
Quisiera provocar una experiencia en el espectador: un vacío, un estado de situación limite, un vértigo ante el desfiladero, un instante de plenitud, el horror de la ceguera, la conmoción de una fiesta, el asombro del misterio, la irrupción de lo irracional, la ternura en un segundo, la vinculación íntima, un dolor ante la injusticia, la conciencia de sí mismo, el adviento que nos trae la esperanza.
¿Y con su muestra ‘Apocalipsis 21’?
En estos días estoy exponiendo en la Galería del Museo Pedro de Osma de Lima: «Apocalipsis 21: Paisajes literarios de resistencia y esperanza» con el auspicio de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y de la Compañía de Jesús en el Perú. Es una muestra itinerante que comenzó en setiembre del 2012 en México (Distrito Federal, Torreón y León) gracias a una espléndida invitación de la Universidad Iberoamericana.
Presento, por primera vez en mi carrera, una síntesis de espiritualidad, literatura y pintura. Además estoy de manera regular en la galería atendiendo a grupos previamente inscritos y al público en general y brindo visitas guiadas.
Mis cuadros son en su mayoría paisajes de Perú, Brasil y México de zonas marginales en lo que el Papa Francisco está llamando las periferias geográficas y existenciales: las barriadas y la naturaleza en peligro de depredación. Asimismo la exposición está resultando un espacio donde se encuentran personas de diferentes sectores sociales y credos, me permito decir que funciona en sincronía con lo que Francisco habla de que debemos fomentar un cultura del encuentro; sin duda el arte y la espiritualidad son espacios excepcionales de encuentro.
El Apocalipsis, por sus raíces míticas, se vincula con las literaturas proféticas de los pueblos oprimidos, con situaciones de profunda crisis y puede servir como hermenéutica estética y clave de lectura para interpretar procesos culturales, composiciones musicales, textos literarios y obras pictóricas.
Me gustaría que cada espectador encuentre su verdad, la revelación de su historia individual y colectiva y además deseo brindar un espacio para resistir en medio de la crisis. El arte desde siempre nos ha enseñado a resistir con la fuerza de la esperanza.
¿Cómo asocia su obra con la de Rulfo, Arguedas y Guimarães Rosa?
¡Cuando leí las obras de estos extraordinarios escritores, verdaderas narraciones poéticas, quedé fascinado! En primer lugar porque mantengo desde hace años una estrecha relación de mi búsqueda entre dos aguas: la literatura y la pintura. Me fascinan los escenarios que plasman estos escritores. Diría que son espíritus afines y, en efecto, tenían una comunicación amistosa, se carteaban, se admiraban mutuamente.
Esta afinidad se debe a su punto de partida, a sus opciones vitales y literarias a partir de las cuales interpretan sus países desde el lado opuesto de la historia, la de las periferias. Los tres no nacieron en los centros de poder urbanos de sus respectivos países, conocieron a la gente y a los paisajes del interior y percibieron proféticamente la depredación de la naturaleza y de las raíces culturales de sus pueblos. Para mí fueron «contemplativos» en el sentido más auténtico del término, nos enseñaron una manera de ver y de transformar la realidad y nos invitan a sondear con esta clave de lectura, los vasos comunicantes: los ríos profundos, los sertones, las veredas, los llanos, las tierras paralelas, las sierras y mares de estos tres países y el misterio que encierra la naturalezay los pueblos de nuestro continente ycreo que nos brindan una clave de interpretación de nuestra realidad planetaria.
Animado y provocado por la lectura de Rulfo, Arguedas y Guimarães Rosa, he recorrido los paisajes que los inspiraron o mejor dicho, lo que queda de dichos escenarios, después de las oleadas sucesivas de depredación a las que fueron sometidos. Soy peruano y por mi formación jesuita he vivido largos años en los otros dos países a los que considero también mis patrias.Sin embargo, hice un recorrido más específico por las rutas literarias. Tomé apuntes, bocetos y fotografías, conviví con la gente de México, Perú y Brasil.Diría que me he identificado con la manera de ver, de contemplar de estos verdaderos poetas y expreso en mis cuadros mi experiencia y síntesis vital. He sumado otros escritores y sus respectivas obras a mi bagaje que de una manera u otra coinciden con la intuición original: César Vallejo, Blanca Varela, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero, Adélia Prado… entre otros. Mis cuadros se vinculan a diferentes textos, que figuran en los pies de obra y los epígrafes escritos en las paredes de la sala que forman parte del montaje. No los ilustran, se establece una asociación real maravillosa, y a través de este recurso, cuadro y texto se potencian y complementan mutuamente y abren un tercer espacio de interpretación al espectador. Cada vez que he montado una exposición en estos términos, se ha creado una especie de «microclima», un espacio vinculado a una dinámica interior que fluye como un río subterráneo entre los espectadores, los cuadros y los textos poéticos. Me ubico como testigo de este fenómeno, en última instancia no soy yo el referente sino lo que se descubre en la interacción de los diferentes lenguajes.
¿Su cuadro preferido de la muestra?
¡Qué difícil pregunta! Creo que es «Poema de amorosa raíz», lleva el mismo título del texto de Alí Chumacero, poeta mexicano del estado de Nayarit. El poema revoloteaba dentro y no me dejaba tranquilo, ni de día ni de noche. Fue una explosión de euforia creativa, un arrebato de alegría. Al final descubrí que se trataba de la dinámica de mis búsquedas, de mi vocación de pintor jesuita, de una síntesis vital. ¡Eso tiene el arte! Te lleva por un camino de integración de todas las fases, una bendita irracionalidad comparable al éxtasis. Cuando los niños ven ese cuadro inmediatamente dicen: «es una fiesta».
¿Después de México y Perú, la muestra seguirá por otros países latinoamericanos? ¿Podría dar también el salto a España?
Llevar la muestra a otros países, me permitiría seguir una maravillosa dinámica itinerante que ya comenzó en la patria de Juan Rulfo. Tengo posibilidades de ir a Recife – Brasil, gracias a una gentil invitación de la Universidad Católica de Pernambuco y completaría una etapa importante, ya que los paisajes brasileños conforman parte imprescindible de mi propuesta. Asimismo la Universidad Rafael Landívar de Ciudad de Guatemala, a través de un representante, me manifestó su interés de contar con mi exposición. Me hace ilusión exponer en la tierra de Miguel Ángel Asturias, escritor a quien también admiro. Por otro lado, me ha mostrado vivo interés un ilustre profesor de la Universidad de Lyon, Francia. Estoy muy dispuesto a seguir este movimiento, el arte está muy vinculado al dinamismo de la misión, obviamente adecuada a nuestro tiempo.
Desde luego que me encantaría exponer «Apocalipsis 21» en España y presentar los paisajes latinoamericanos, las veces que estuve allá me sentí muy en casa. Tengo a Ramón, mi hermano entrañable, y a amigos muy queridos como Pedro Miguel Lamet con quien platiqué a fondo este asunto de integrar vocaciones, a Antoni Blanch, con quien me encontré una sola vez, sin embargo, sus libros me ayudaron identificar una hermenéutica y a elaborar mis propuestas docentes, es un auténtico maestro de los que ya no abundan,a Paqui Noguerol de la Universidad de Salamanca extraordinaria maestra y amiga, a Toño García que me indicó un camino más hondo de retorno a la espiritualidad ignaciana. Por otro lado, España es una constante fuente de inspiración, pienso en los paisajes que he recorrido y los relaciono con Cervantes, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, León Felipe, Azorín, Rafael Alberti, José Ángel Valente, José Hierro… Se me viene la idea de que este concepto estético que propongo: vincular pintura y literatura en clave de «Revelación», puede expresar situaciones que se viven en diferentes latitudes.
En sus obras aparece la Latinoamérica que grita de dolor, pero también y sobre todo la que canta con esperanza.
Probablemente porque las situaciones límites que hemos vivido han formado la mente, el corazón y muy especialmente nuestra mirada. Arguedas decía que el Perú es «una fuente infinita para la creación» intuición que ya estaba presente en Alejo Carpentier en el prólogo de su novela «El reino de este mundo». Hay una cultura de resistencia que tiene su fuente en las luchas cotidianas por la sobrevivencia; resistencia y esperanza van de la mano, y son rasgos de la espiritualidad latinoamericana de nuestros pueblos, presente en nuestros más connotados artistas y poetas, que han agudizado nuestra visión. La esperanza a pesar de las catástrofes, la resistencia a pesar de la depredación del medio ambiente natural y social, son constantes en nuestra historia común en Latinoamérica. El pueblo está enraizado en la esperanza, en palabras de Arguedas: «Que camine la muerte hacia nosotros; que vengan esos hombres a quienes no conocemos. Los esperaremos en guardia, somos hijos del padre de todos los ríos, del padre de todas las montañas ¿es que ya no vale nada el mundo, hermanito doctor?No contestes que no vale. Más grande que mi fuerza en miles de años aprendida; que los músculos de mi cuello en miles de meses; en miles de años fortalecidos, es la vida, la eterna vida mía, el mundo que no descansa, que crea sin fatiga; que pare y forma como el tiempo, sin fin y sin principio.»
¿Con Francisco, el Papa jesuita, se abre una nueva primavera en la Iglesia?
Ya comenzó la primavera. Inauguró una teología renovada de los gestos y los símbolos eclesiales, que se puede interpretar desde lo que San Ignacio llamaba «tener la intención recta y la mirada simple». Lo que deseamos es que la primavera se prolongue y que eche hondas raíces no sólo para la iglesia sino para todo el mundo. ¡No puede haber marcha atrás! Con todo lo que ha hecho hasta hoy, en tan poco tiempo, Francisco de Roma ya nos ha ayudado no sólo a respirar sino a reconciliarnos y a recobrar la esperanza. Es una constante su alusión a los trascendentales: verdad, bien y belleza, desde su alocución a los periodistas, al inicio de su ministerio, pasando por ese Pentecostés que fue la JMJ de Río hasta el encuentro reciente con los jóvenes de Piacenza-Bobbio. Sin duda, como dijo Dostoievsky «sólo la belleza salvará al mundo» y el papa lo sugiere con su propia vida.
¿Qué cuadro de los suyos le regalaría a este Papa?
El cuadro que les gustó a los niños de un barrio del Pueblo de Santa Fe en México, titulado «Toda ciudad se funda en la violencia». Recibe su nombre de un poema, «Ciudades» de José Emilio Pacheco que dice así: «Las ciudades se hicieron de pocas cosas:/madera (y comenzó la destrucción)/lodo piedra agua pieles/de las bestias cazadas y devoradas/Toda ciudad se funda en la violencia/y en el crimen de hermano contra hermano.» Pinté un atardecer en un barrio donde tengo una familia amiga muy querida, la familia del doctor Juan y de Elenita. Sin duda hay una intención de protesta por los contrastes que advierto, sin embargo resultó un cuadro tan bello que fascinó a los niños que visitaron mi exposición y que se reconocieron en él y me enseñaron a verlo de otra manera, quizás en los contrastes de luz y sombra de este paisaje se revele la lucha interior animada por la luz de la esperanza.
¿La pintura puede seguir llevando a la gente a Dios?
No tengo duda de ello, esa fue mi experiencia, encontré esta «vereda» cuando estaba en la Escuela de Bellas Artes y en la Universidad de San Marcos. La pintura, la contemplación de los crepúsculos desde Barranco -un distrito de Lima-, la música de Bach, la poesía… se convirtieron en los ríos profundos a través de los cuales llegué a un encuentro mayor. Como dice León Felipe: «Nadie fue ayer/ ni va hoy,/ ni irá mañana/ hacia Dios/ por este mismo camino/ que yo voy./ Para cada hombre guarda/ un rayo nuevo de luz el sol…/ y un camino virgen Dios.» La pintura y el arte en general nos conectan con las dinámicas hondas de plenitud humana, nos conducen a una «tercera margen del río» para citar un bello cuento de Guimarães Rosa. El fondo común es un deseo de infinito, una «saudade» de plenitud, en ese camino nos encontramos todos creyentes y no creyentes, entre todos buscamos un mundo mejor, un mundo transfigurado por la belleza. Estoy absolutamente convencido que esto quiere Dios.
Algunos titulares
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