Obama y Francisco son, probablemente, los dos únicos personajes -muerto Bin Laden y agonizante Mandela- auténticamente globales en este mundo cada vez más pequeño
(Jesús Bastante).- Estamos ante una hora crítica. El mundo se dispone a vivir una escalada de violencia de consecuencias inimaginables. La guerra en Siria ya se ha cobrado más de cien mil muertes, seis millones de desplazados y una más que fundada sospecha de utilización de armas químicas. Urge una respuesta de la comunidad internacional. Pero, ¿por qué ésta siempre acaba siendo la de la voz de las armas, los gritos ahogados de más muertos y la posibilidad, no tan lejana, de una guerra a escala global?
Estamos muy cerca de una guerra, si nadie lo impide. ¿Nadie? Una figura ha emergido con fuerza. Es un ciclón, nos lo lleva demostrando desde que hace seis meses fue elegido para suceder a Benedicto XVI al frente de la Iglesia. Lo hemos visto ya como el Papa de los pobres, como el pontífice de las reformas, como el hombre de las sonrisas, de la cercanía, de la austeridad. Pero Francisco está poniendo toda la carne en el asador para que podamos decir, también, que es el Papa que paró la guerra.
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