Tengo ganas de ir con los muchachos a Santiago, los necesito, aunque solo sea para rezar con ellos por la mañana y por la noche. Ellos son importantes
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(Pilar Herrero).- Muchas personas importantes han escrito estos días de D. Eugenio Romero Pose, nuestro querido Obispo Auxiliar de Madrid. Todos ellos ha puesto de manifiesto sus cualidades teológicas y humanas, pero no quedaría completa su figura si no se destacara el amor que D. Eugenio tenía por los jóvenes.
Le conocimos en el año 1999, año santo compostelano, cuando 3.000 jóvenes madrileños nos pusimos en camino acompañados por él para llegar hasta la tumba del Señor Santiago. Recuerdo el entusiasmo que ponía en la preparación de la peregrinación y que presencia más cercana, sencilla y paternal mostró durante todo el camino. Abría la marcha todas las mañanas, hizo todas las etapas del camino, algunos días superaban los 35 km. Era incansable caminando. Cuando te acercabas a él te abrazaba y ya eras su amigo, con su mirada, sin hablar, te sentías querido/a por él. ¡Qué camino tan maravilloso¡, ahora lo recuerdas con tanta nostalgia… Siempre estaba dispuesto a acompañar a los jóvenes y lo hizo a Santiago, Roma, Toronto.
En el año 2003 ya no pudo ir a Monserrat, la enfermedad se había adueñado de él. Luego, ya enfermo, vendría Santiago en el año 2004, cuando pasaba por momentos duros en su enfermedad. Un día me hizo la siguiente confidencia: «Tengo ganas de ir con los muchachos a Santiago, los necesito, aunque solo sea para rezar con ellos por la mañana y por la noche. Ellos son importantes».
Luego iría a Colonia y por fin a Guadalupe en septiembre de 2006, peregrinación programada dentro de la Misión joven. Rezamos Laudes y tuvimos la Eucaristía con él, luego comenzaría el camino. Y allí nos esperaba él, en el PK 13 para acogernos y enviarnos como peregrinos. ¡Cuánto le constaría no poder caminar con nosotros¡. La catequesis de D. Eugenio tenía por título «Te llevaré al desierto y te hablaré al corazón». Y sus palabras calaban en el corazón de los jóvenes: «es importante entregarnos a Dios para que nos transforme, ya que sólo ÉL puede llevarnos a la plenitud y a la felicidad». Esta sería la última peregrinación con los jóvenes.
Al volver de Guadalupe tuve la ocasión de conversar con un joven, Eduardo, que venía impresionadísimo de la bondad y cercanía de D. Eugenio, le había marcado profundamente. En mi Parroquia, Ntra. Sra. de Sonsoles, hemos sido testigos de su afecto a los jóvenes. Por tres veces fue a confirmar y las muestras de afecto recibidas por él fueron muy grandes. Tuvimos la suerte de contar con su afecto de padre y amigo, ¡qué bien me encuentro con vosotros¡, decía. Por eso ahora nos hemos quedado un poco huérfanos y nos llena de tristeza su ausencia. Sabemos que desde el cielo nos seguirá queriendo. Descansa en paz, padre y amigo nuestro.