Felices quienes sienten que lo verdaderamente importante es perder el tiempo en nosotros mismos o para los demás, para mirar con el corazón lo que la vida nos va enseñando lentamente…
(M. A. Mesa Bouzas).- La vida que llevamos en la ciudad transcurre a un ritmo desenfrenado. Vamos de un sitio a otro a toda prisa, mirando al reloj por si llegamos tarde a la cita que habíamos concertado, nerviosos porque tarda más de lo debido el metro, el autobús, o estresados porque estamos metidos en un atasco que nos hará llegar tarde al trabajo.
Luego está el trabajo diario de la casa, la compra, el ir a recoger al niño o a la niña a la guardería, la reunión de la que no nos acordábamos, la cita que teníamos con el profesor o con el médico…
Y, en algún momento, antes de irnos agotados a la cama, pensamos que cómo podemos vivir así, deseando tener más tiempo libre para descansar, para pasear, para charlar tranquilamente con los amigos, con el marido o la mujer, con los hijos. Echamos de menos un momento para nosotros mismos, para pensar, para reflexionar, al menos durante un minuto. Un minuto para nosotros solos.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: