Venga bien, por tanto, la llamada del Obispo de Roma: se re-evangeliza, anunciando la misericordia y la esperanza del Evangelio. Los demás, vendrá por sí mismo.
(Vittorio Messori, Foro de Curas de Bizkaia).- Creo que también les está pasando a muchos otros: la lectura de las treinta páginas de la «Civiltà Cattolica» con la entrevista a Francisco parece aclarar qué hay de verdad y qué quiere hacer quien gusta presentarse como «obispo de Roma». Una Roma que, por cierto, confiesa no conocer, más allá de algunas famosas basílicas. ¿Por qué esconderlo?
Muchos, en la Iglesia, se quedaron perplejos ante el estilo, que les pareció algo populista, de un suramericano que en su juventud no fue insensible al carisma demagógico de Perón.
Las botas ortopédicas negras; la cruz plateada; la sotana papal y sus comportamientos litúrgicos, a veces descuidados; el andar a pie o en un utilitario, siempre en el asiento anterior; el rechazo del alojamiento pontificio, de la villa de Castel Gandolfo, de la escolta; los niños besados en la plaza; las llamadas telefónicas realizadas a personas de aquí y de allá; hablar sin papeles, con riesgo de equivocarse; pedir rápidamente al interlocutor que emplee el «tú; algunas reacciones emotivas, al ver determinadas fotos y noticias en los periódicos.
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