Antonio Allende: El libro de monseñor Blázquez es “memoria de una vida, reflexión sobre el presente y apertura al futuro”
(José Manuel Vidal).- Rodeado de jesuitas y de la mano de una de sus editoriales (Sal Terrae), Ricardo Blázquez vino ayer a la Universidad Pontificia de Comillas a presentar su último libro ‘Del vaticano II a la nueva evangelización‘. Siempre humilde, el actual arzobispo de Valladolid, aprovechó, sin embargo, la ocasión para reivindicarse: «A diferencia de otros, yo no he tenido que hacer ninguna reconversión teológica». Porque, » a mis 71 años, no he tenido otro horizonte que el Concilio».
El prelado castellano, que se ordenó en Ávila en 1967 (dos años después de la clausura del Vaticano II), citó los dos «aspectos mayores» del Concilio: la dimensión evangelizadora y la sinodalidad. Y citó unas palabras de Juan Pablo II, para subrayarlo: «El Concilio puso en marcha una gigantesca evangelización de nuestro tiempo». Y otra frase de Juan XXIII: «La humanidad ha llegado a una encrucijada de la historia y en ella le aguarda a la Iglesia la tarea de una inmensa evangelización».
A su juicio, volvemos a estar en una «encrucijada histórica», en la que «se le pide a la Iglesia que inyecte en las venas de la humanidad actual la savia del Evangelio». Es decir, pasar del ‘Iglesia, ¿qué dices de ti misma?’ al ‘Iglesia, ¿qué dices de Dios?’. Porque, para el arzobispo vallisoletano, la «cuestión de Dios es clave hoy».
Además de la reflexión teológica en torno al Concilio, Blázquez quiso destacar que su libro es «un reconocimiento y homenaje de gratitud a las diócesis por las que he ido pasando». Porque, «si echo la miada atrás lo que emerge es la gratitud» que, en frase de Romano Guardini, «es el perfume de la memoria del corazón».
Y es que, desde que dejó sus clases de Dogmática en la Universidad Pontificia de Salamanca, para convertirse en obispo auxiliar de Compostela en 1988, al lado del entonces titular de la archidiócesis gallega, cardenal Rouco Varela, pasó por cuatro diócesis. Y sin buscarlo. Y, precisamente por eso, nunca fue acusado de carrerista, porque más bien se dedicó a apagar fuegos y obedecer, aunque él no lo diga.
Transplantarse
Sí reconoce que tuvo que «desenraizarse» y «trasplantarse» varias veces, pero siempre con alegría y sentido de la responsabilidad. De sus diócesis sólo conserva recuerdos positivos. Muchos y variados, pero, en el libro, sólo pudo centrarse en algunos de ellos. Por ejemplo, dedica un artículo al gallego Baltasar Pardal, «ejemplar sacerdote e insigne catequeta».
De Santiago a Palencia, donde estuvo sólo tres años. Su paso por la diócesis castellana lo recuerda con un capítulo dedicado a la Virgen de la Vega en Saldaña. Y de Palencia a Bilbao, donde ejerció casi quince años, desde 1995 a 2010. Lo recuerda en el libro con un capítulo dedicado a la revista Sal Terrae y a su fundador, el célebre jesuita, Remigio Vilariño, «apóstol de la predicación, de la radio, de la pluma y de la sobras sociales».
Y, de Bilbao de Valladolid, donde permanece desde 2010. A su actual diócesis la recuerda en el libro con un capítulo dedicado a la Semana Santa. Porque, a su juicio, la Semana Santa española tiene «dos focos: Sevilla y Valladolid».
Julio L. Martínez apuesta por la «pedagogía del deseo»
En la mesa de presentación, acompañaron a monseñor Blázquez, el rector de la Universidad pontificia Comillas, Julio Luis Martínez, el consejero delegado del grupo de comunicación Loyola y editor, Antonio Allende, y el profesor de Teología de la Universidad Pontificia de Comillas, Santiago Madrigal. Entre los asistentes, el rector de la Universidad de Deusto, José María Guibert o el catedrático emérito de Comillas y maestro de canonistas, José María Díaz Moreno.
El rector de Comillas comenzó elogiando al autor de la obra, de quien dijo, entre otras cosas, que es «una persona que busca la comunión eclesial de una forma muy sincera» y le agradeció su «talante y su servicio a la Iglesia española». Más aún, recordó su labor de «creador de puentes con la sociedad española».
A continuación, el padre Martínez resaltó algunas de las ideas del libro que más le llamaron la atención. Por ejemplo, «las obras de amor humilde y servicial como vías de evangelización», o «evangelizar es transmitir buenas noticias de Dios», porque «no somos agoreros, sino evangelizadores».
El rector de Comillas destacó también la similitud entre los mensajes del arzobispo de Valladolid y los del Papa Francisco, «aunque sin el arrojo porteño y con un estilo más castellano y sobrio». En este sentido, subrayó una de las ideas presentes en el libro de Blázquez: La necesidad de realizar una «conversión pastoral», en la línea de la invitación del Papa a «salir a los caminos» en lugar de «quedarse esperando a los fieles».
Porque «no basta con una pastoral del mantenimiento», hace falta «preevangelización» y como dice Benedicto XVI, poner en marcha la «pedagogía del deseo», tal y como está haciendo Francisco. O dicho de otra forma, la parábola de la oveja perdida pero al revés, porque, en la actualidad las 99 están fuera y son las ovejas que hay que salir a buscar.
Antonio Allende y Santiago Madrigal
El editor de la obra y consejero delegado del grupo Comunicación Loyola, Antonio Allende, subrayó que el libro de monseñor Blázquez es «memoria de una vida, reflexión sobre el presente y apertura al futuro», al tiempo que destacaba la clave del «amor como modo de evangelizar».
Por último, el eclesiólogo de la Facultad de Teología de Comillas, Santiago Madrigal, alabó al autor diciendo que «predicó con el ejemplo», para pasar a desmenuzar la obra. «Un libro de eclesiología práctica del itinerario de 25 años de un obispo». Una obra de «un pastor que no ha dejado de ser teólogo» y una especie de «testamento y testimonio lúcido y discreto».