Francisco es un papa incómodo. Cada vez más incómodo, porque es un Papa transparente y radical. No como un radical de izquierdas, sino con la radicalidad más profunda todavía que ofrece el Evangelio
(José Manuel Vidal).- Primero dos islas y, después, Asís. La geografía de las visitas del Papa Bergoglio marcan la hoja de ruta de su papado y sus prioridades. El primer viaje italiano a la isla de Lampedusa, la de los desesperados en busca de una vida digna que, a menudo, mueren en el intento. La segunda visita a la isla de Cerdeña, víctima de una crisis feroz, con tasas de paro como las andaluzas. La visita a los trabajadores sin trabajo, a los jóvenes que se les cierra el futuro. Los pobres, los pobres y siempre los pobres. Y por si quedaba alguna duda, la tercera visita a la ciudad del Poverello, el santo icono del servicio a los pobres. El santo que inspira su papado reformador: «Repara mi iglesia».
Y Bergoglio fue Francisco en Asís. Con sus prioridades a contrapelo de lo hasta ahora eclesiasticamente correcto. Y no digamos, de los políticamente correcto. Francisco es un papa incómodo. Cada vez más incómodo, porque es un Papa transparente y radical. No como un radical de izquierdas, sino con la radicalidad más profunda todavía que ofrece el Evangelio.
Había muchas expectativas puestas en su viaje a Asís. Por lo que Asís significa en el imaginario colectivo y por la personalidad del propio Papa. Un Papa capaz de todo. Un Papa que llena con su presencia. Que comunica sin parar. Que sintoniza con la gente. Que comunica con todo su ser: cuerpo, gestos, palabras…Un Papa que irradia, que sin decir, dice. Que se adelanta, que va al encuentro, que abraza y besa con ternura, que mira con amor, que se deja estrujar, que aguanta besos y abrazos (Ayer, por ejemplo, una fila interminable de frailes franciscanos, a los que fue abrazando uno a uno… Alguien debería controlar estos excesos, sobre todo con los de «casa»).
Francisco lo aguanta todo, con su sempiterna sonrisa de felicidad. Aguanta los abrazos que le imponen y, por supuesto, los que provoca. Por eso, se tiró mucho tiempo besando y abrazando a los enfermos, a los discapacitados y a los pobres. Y consolando a sus familiares. La caricia de Dios y de su ternura en las manos del Papa.
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