a evangelización, la predicación, sobre todo en tiempos de secularización como los nuestros en los que se vive como si Dios no existiera, reclama «hombres de Dios, ser, de alguna manera, en expresión del Santo, «relicarios de Dios, casa de Dios»
(Cardenal Cañizares, en L’Osservatore).- Se cumple un año, el 7 de octubre, de la declaración como Doctor de la Iglesia universal por parte de Benedicto xvi de san Juan de Ávila, y hacemos memoria agradecida de este santo sacerdote español del siglo xvi, cima de la más alta espiritualidad cristiana, verdadero gigante del ser y del alma sacerdotal, maestro de sacerdotes, renovador profundo de la Iglesia que tanto brilló en la España del xvi con figuras tales como santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola, san Juan de la Cruz…, infatigable trabajador en los duros trabajos del Evangelio, predicador evangélico que, en su época, lleva a cabo de manera singular, única e incansable lo que hoy llamaríamos «nueva evangelización» -de ahí que se le reconozca como «Apóstol de Andalucía»: un verdadero pastor conforme al corazón de Dios, don de Dios a la Iglesia de todos los tiempos.
San Juan de Ávila es un maestro; así se le llamaba en su tiempo y durante siglos así sigue llamándose: el «Maestro Ávila», modelo y ejemplo a seguir e imitar en cuanto atañe al ser y vivir sacerdotal. «Maestro y Doctor» brilla de manera particular como predicador, como evangelizador. En todas las ciudades por donde pasó se le encuentra anunciando el Evangelio, predicando. No le importaba predicar en plena calle. No le gustaba un sermón donde, como Pablo, no se predicase a Cristo crucificado, en cuyo misterio «sabía todo cuanto para nuestra salvación se puede saber, que es todo lo que comprende y trata la teología cristiana». Su predicación era hecha con verdad y brotaba de la caridad pastoral. Por eso decía en sus Advertencias al Sínodo de Toledo: «más conviene que los que se envían a semejante ministerio de predicar sean gente que, además de suficiencia de las letras, tenga caridad y celo para ganar almas, atrayéndolas a Dios con su doctrina y con su ejemplo de vida y santidad». Se trata de centrarse y concentrarse en lo esencial.
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