El depredador, con una nefasta lista emborronada con centenares de robos, violaciones, abusos, martillazos a los derechos fundamentales de las personas, etc., ha sido cazado
(Juan José Aguirre, obispo de Bangassou).- Estoy en el comedor de la Catedral de Bangassou. El nuevo comandante de zona («Comzom»), apenas llegado a Bangassou, se llama Idriss Bertrand. Es un Seleka legalizado. Tiene en sus manos un tazón de café muy fuerte y está mojando una buena rebanada de pan empapado en chocolate de Costa de Marfil, el mejor del mundo. Es un gigante de ébano, con gafas de profesor universitario y mirada directa.
Me está diciendo que el comandante Adballah, «el hijo de Allah», el terror de la diócesis de Bangassou desde el 11 de marzo del 2013, acabada de ser desarmado junto con el resto de sus acólitos foráneos y «lo que ayer era un lobo en Bangassou buscando presas, hoy ya no es más que un cordero». El depredador, con una nefasta lista emborronada con centenares de robos, violaciones, abusos, martillazos a los derechos fundamentales de las personas, etc., ha sido cazado.
Le contesté que el fruto de muchos meses de oración y de esperanzas se había consumado hoy. Que la esperanza da sus frutos muy a la larga, pero buenos frutos. Ahora tienen que desarmar a tantos civiles cristianos y musulmanes para que la paz y la concordia cuajen. La verdad es que llevábamos esperando esta noticia muchos meses, muchos larguísimos meses de humillaciones acumuladas, latigazos y robos, suspiros entrecortados y oraciones junto a la estatua de María, en la gruta de Bangassou.
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