Iglesia son los que están donde nadie quiere estar, en los países donde peor se vive, con la gente que menos tiene
(José Manuel Vidal).- Fidel Molina es el responsable de Berakah. Diácono permanente y casado, padre de tres hijos, es el alma máter de un proyecto de la unidad pastoral de cuatro parroquias del casco viejo de Vitoria. Berakah significa «eucaristía» o «bendición» en hebreo, y es el nombre también de una comunidad de bienes, de vida, de acción. «Somos una puesta en común de bienes para que aquellos por los que las instituciones no responden, puedan vivir un poco mejor», explica Molina. Mañana celebran una nueva edición de «De la Misa a la Mesa»
Berakah tiene multitud de proyectos con los que trata de responde a la cambiante realidad social de Vitoria. «Actualmente nos encontramos familias que a día 20 del mes ya no pueden dar de desayunar a sus hijos», cuenta tristemente Fidel Molina, que sin embargo afirma que, a diferencia de la mayoría de ONG u obras sociales «Berakah no está en crisis, porque no dependemos de las instituciones, no tenemos subvenciones. Nos rendimos cuentas entre nosotros, pero no al de arriba».
«Hay un efecto que está haciendo funcionar ahora mismo la solidaridad», asegura Molina: «Y es que todo el mundo conoce a alguien que lo está pasando mal». Y concluye confesando que, para él, la Iglesia es esto: «Los que están donde nadie quiere estar, en los países donde peor se vive, con la gente que menos tiene».
¿Qué es Berakah?
Este proyecto, desde su inicio, se pensó como una comunidad de bienes. Nosotros nos juntamos con la encomienda de ser un punto de acogida importante. Y el estar en el centro de Vitoria nos facilitaba esa misión. Soñábamos con un lugar donde la gente pudiera poner encima de la mesa lo que tiene, para que los más pobres pudieran cogerlo.
¿En qué año empezasteis?
En el 2006, aunque antes ha ya había habido intentos, esa intención existía. Pero en el 2006 nos llegó la encomienda explícita de la diócesis de montar el proyecto.
¿Cuáles son los centros principales de atención que estáis cubriendo?
Lo que intentamos es ir respondiendo a las realidades más marginales con proyectos fuertes. Vamos cambiando muchísimos, como la propia situación social. Hace años Vitoria era una ciudad a la que llegaban muchos inmigrantes, que tenían ayudas y subvenciones para el alquiler. Ahora eso ha cambiado, y no nadie les quiere alquilar vivienda. Por eso nuestros equipos de voluntarios que trabajan en cada uno de los programas están muy acostumbrados a ir cambiando sobre la marcha: abrir un comedor para la merienda, ver cómo cambia el perfil de los usuarios tan sólo en cuestión de meses… En esas estamos, intentando llegar siempre a donde las instituciones no llegan.
Yo siempre digo que Berakah no es nada: no tenemos un CIF, no tenemos una personalidad jurídica, no somos una ONG… Somos tan sólo una puesta en común de bienes. Unos ponen tiempo, otros ponen manos, otros ponen dinero, otros, ideas. Todo ello para que los que no tienen nada en la ciudad, aquellos por los que las instituciones no responden, puedan vivir un poco mejor.
¿No suena eso a los primeros cristianos, a las comunidades primitivas?
Sí, suena muy bonito, pero además hemos logrado realizarlo: Ahora mismo estamos hablando de 250 voluntarios, que van incrementando, con una amplia batería de acciones. Es una gozada.
¿Cuál es el proyecto que en tu opinión responde más a la filosofía de fondo que tenéis en Berakah?
Una de nuestras iniciativas más antiguas en un programa de microcréditos, con los cuales concedemos préstamos a aquellos a los que la banca no les presta. Ellos lo van devolviendo poco a poco, en cantidades muy pequeñas. Hasta ahora, íbamos prestando de lo que íbamos recaudando, pero ahora son los propios usuarios los que, con la parte del crédito que van amortizando y nos van devolviendo, nos permiten continuar con el programa de manera autosuficiente. Y estamos manejando cantidades considerables.
¿Para qué utiliza la gente esos préstamos?
Son préstamos bajos, muchas veces para pagar operaciones de origen, para una fianza para entrar a una vivienda, trámites de regularización… Cantidades pequeñas.
¿Otros proyectos solidarios?
Luego tenemos una residencia para mujeres y niños, porque nos dimos cuenta de que muchas veces se quedaban en la calle sin ninguna cobertura. Así que empezamos alquilando algún piso, pero nos dimos cuenta de que sería más bonito tener un espacio común donde ellas pudieran vivir juntas y nosotros trabajar con ellas. Y de pronto cayó del cielo un antiguo hotel que estaba cerrado, en el casco histórico, y nos lo alquilaron a un precio muy módico para ser 17 habitaciones (un bloque completo). Con lo cual, ahora tenemos una residencia preciosa donde estamos acogiendo ahora mismo a 12 mujeres y 15 niños, trabajando en un ambiente intercultural (hay mujeres de Zaire, de Marruecos, latinas… ya también de todas las religiones).
También tenemos un proyecto muy bonito llamado la Despensa Solidaria, con una vocación de crecimiento enorme (por necesidad). Se trata de una despensa donde las familias que tienen algo de dinero pueden ir a comprar. Como decía antes, las situaciones sociales van cambiando, y ahora mismo en Vitoria nos encontramos con gente que, aunque tiene recursos, no tiene lo suficiente para comer. Eso en una ciudad como Vitoria era relativamente raro: o se vivía muy mal, o se vivía muy bien. Pero de pronto nos encontramos con gente que nos dice: «Me quedan 200 euros para pasar el mes, y somos cuatro comiendo en casa». Para responder a eso, nosotros aquí trabajamos con el Banco de Alimentos, y a la gente que no tiene nada (unas 450 familias) se les da un lote de alimentos al mes. Entonces, eso es para el que no tiene nada. ¿Qué pasa entonces con el que tiene algo, pero no suficiente? Lo justo sería que pudiera comprar más barato, para poder sobrevivir.
Entonces creamos una tienda donde cada uno compra en función de sus ingresos, en la que ahora estamos atendiendo a 100 familias. Y eso lo podemos hacer gracias a que también vendemos los productos al precio que tienen en la calle, y cualquier persona puede comprarlos. Eso es lo particular y lo bonito de la Despensa: que las ganancias que podría tener cualquier tendero vendiendo los productos con el razonable aumento para obtener beneficios, nosotros las revertimos para poder hacer los descuentos a los beneficiarios del proyecto, que así pueden comprar más barato, de acuerdo a sus posibilidades. Si un producto vale 1€, y de él yo gano 0.20€, esos 0,20€ hacen que a las personas que lo necesitan ese mismo producto se lo podamos vender a 0,60€. Además, es un método que genera conciencia, vinculación y comercio justo. Es un proyecto complicado pero muy ilusionante.
¿Están creciendo las necesidades hasta el punto de poder hablar de pobreza «extrema»?
Sí. Se está pasando hambre. Realmente. En Vitoria el derecho a la comida no estaba reconocido, y eso significaba que una persona que acababa de llegar, que no tenía 6 meses de padrón o que tenía que vivir en la calle… no tenía acceso a nada. A ningún plato de comida. Eso ahora ha cambiado, pero resulta que con el cambio de norma nos hemos pasado a encontrar con el otro perfil de familias: Familias que a día 20 del mes ya no pueden dar de desayunar a sus hijos.
¿Sigue llegando inmigración, o se ha paralizado?
Bueno, últimamente nuestra visión es que viene mucha gente nueva, pero de otras provincias de España. Sigue llegando gente de Guinea o de otras partes de África, pero el gran flujo se ha detenido. Y los que siguen llegando, se encuentran con un golpe muy duro. El trabajo está como está, y es un tema difícil. Para salir de la marginación hace falta tener mucha suerte y mucho acompañamiento.
¿Está funcionando la solidaridad?
Yo creo que sí. Berakah, en ese sentido, no está en crisis. Nosotros no dependemos de las instituciones, no tenemos subvenciones. Nos rendimos cuentas entre nosotros, pero no al de arriba. Y ese mundo es mucho más ágil para llegar al que está fuera de la norma, al que se ha quedado al margen.
¿Pero también mucho más dependiente, de manera directa, de las donaciones de particulares?
Por supuesto. Pero lo que resulta es que en esta tesitura en la que estamos, nosotros no tenemos crisis, porque hay un efecto que está funcionando ahora mismo: Todo el mundo conoce a alguien que lo está pasando mal. Todo el mundo tiene algún familiar en paro o al que sabe que no le llega con sus ingresos… Y eso despierta la solidaridad generalizada. Los pobres ya no son «los que vemos por la tele». Los pobres están aquí. Y cuando uno se da cuenta de eso, lo que surge son pensamientos como: «Yo tengo las tardes libres, igual puedo venir al comedor. O puedo ir a la residencia a echar una mano…».
Por ello no podemos decir que haya un repliegue de solidaridad, sino todo lo contrario.
¿Estáis ilusionados con la llegada del Papa Francisco, «el Papa de los pobres»? ¿O aquello os queda un poco lejos?
Nos pilla lejos. Ojalá viniese un día por aquí, pero mientras tanto… Cuando yo me ordené diácono permanente mi obispo decidió que había que montar un programa de estos, para los que menos tienen de la ciudad. Eso a mí me enorgullece contarlo.
¿Se le reconoce suficientemente a la Iglesia su labor solidaria y fraterna?
El que quiere. Es un arma de doble filo: hay gente que cree que la Iglesia sólo es oro y poder, y que en realidad lo que no quiere es involucrarse. Porque, claro, la vida se te reconfigura cuando uno se mete en esta historia. Pero la Iglesia es esto: los que están donde nadie quiere estar, en los países donde peor se vive, con la gente que menos tiene.
Y esa voluntad existe: todo lo que implican nuestros proyectos, incluso la luz y el agua de nuestros locales, se paga gracias a empresas y particulares que deciden ganar menos para compartir un poco. Y lo hacen por fe o por Dios. Así que eso es Iglesia.
¿Cómo proyecto de futuro?
Nos seguiremos adaptando a lo que sea necesario. Ahora vamos a empezar a dar desayunos escolares. El desayuno es una carencia que estamos notando cada día más en los niños, porque las familias que no llegan, piensan que es la comida más «prescindible» del día. Pero eso es muy peligroso.
Así que vamos a ir dando respuesta a eso, vamos a crear un centro de formación para mujeres, porque el género en esto es muy importante: una familia donde hay una mujer preparada, se desarrolla mucho más.
¿Al igual que en los microcréditos?
Efectivamente. A la hora de analizar los perfiles de los solicitantes de microcréditos, hay una serie de valores que se van puntuando. Y uno de ellos es el género: un crédito por el que responda una mujer se suele dar más fácilmente. Pero es que es así: la mujer tiene mayor capacidad de responsabilidad y de devolución. No sé si será innato
Algunos titulares
-Somos una puesta en común de bienes para que aquellos por los que las instituciones no responden, puedan vivir un poco mejor
-Ahora mismo en Vitoria nos encontramos con gente que, aunque tiene recursos, no tiene lo suficiente para comer
-Actualmente nos encontramos familias que a día 20 del mes ya no pueden dar de desayunar a sus hijos
-Berakah no está en crisis, porque no dependemos de las instituciones, no tenemos subvenciones. Nos rendimos cuentas entre nosotros, pero no al de arriba
-El mundo de la solidaridad particular es mucho más ágil para llegar al que está fuera de la norma, al que se ha quedado al margen.
-Hay un efecto que está haciendo funcionar ahora mismo la solidaridad: Todo el mundo conoce a alguien que lo está pasando mal
-A día de hoy no podemos decir que haya un repliegue de solidaridad, sino todo lo contrario
-Hay gente que cree que la Iglesia sólo es oro y poder, y que en realidad lo que no quiere es involucrarse
-La vida se te reconfigura cuando uno se mete en la historia de la solidaridad
-La Iglesia es esto: los que están donde nadie quiere estar, en los países donde peor se vive, con la gente que menos tiene
-El desayuno es una carencia que estamos notando cada día más en los niños, porque las familias que no llegan a fin de mes piensan que es la comida más «prescindible» del día
-El género en la formación es muy importante: una familia donde hay una mujer preparada, se desarrolla mucho más.