Hay que promover la globalización de la justicia y de la paz contra la del capital y la guerra
(Agustín Ortega Cabrera, Centro Loyola, Pobreza Cero).- La semana en torno al día 17 de Octubre, Día Internacional para la erradicación de la pobreza, se celebra en toda España las actividades de la Semana contra la pobreza, organizada por la Campaña Pobreza Cero (integrada por las Coordinadoras de ONGd, la Alianza Española contra la Pobreza).
Esta campaña y las organizaciones que la llevan a cabo, como la Plataforma Pobreza Cero Gran Canaria, promueven un desarrollo social y humano, mundial e integral y, en especial, la lucha contra las causas de la pobreza en el mundo, a nivel global. Este año, el lema elegido para la Campaña Pobreza Cero es «contra la riqueza que empobrece, actúa«.
Un lema muy apropiado y que describe, perfectamente, cual es la causa esencial de que haya tanta pobreza en nuestro planeta: la riqueza, esto es, el acaparamiento y acumulación de los bienes y recursos en muy pocas manos, en personas, países y empresas; sobre todo, por parte de los más ricos y millonarios con sus empresas multinacionales y corporaciones financieras-bancarias. Esta comprensión de que cada vez haya más empobrecidos, oprimidos y excluidos a causa de la injusticia e inmoralidad de la riqueza, del ser rico (de los enriquecidos), no se la inventa ahora la Campaña Pobreza Cero.
Sino que es tan antigua como la experiencia y la vida misma, plasmada en las diversas cosmovisiones espirituales, éticas o filosofías. Tales como el pensamiento judeo-cristiano, la tradición liberal-ilustrada humanista, el movimiento obrero y socialista o, ya en la época contemporánea, las conocidas como ciencias sociales y humanas. Efectivamente, si uno conoce y estudia lo más valioso o cualificado del pensamiento social, que dio lugar a las ciencias sociales, verá como la raíz o causa, más profunda, del fenómeno de la pobreza es la desigualdad e injusticia social. Así lo mostró ya, en la edad antigua, el pensamiento social cristiano, inspirado en la Biblia, con autores como los conocidos como los Padres de la Iglesia, Griegos (por ejemplo, San Juan Crisóstomo o los Padres Capadocios) o Latinos (San Ambrosio o San Agustín).
En la Edad Media, el movimiento mendicante, con nombre como Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán, o el genio de Tomás de Aquino. Continuado en la Edad Moderna por el humanismo renacentista y espiritual, con pensadores como F. de Vitoria, F. Suárez y el resto la escuela de Salamanca, como Santo Tomás Moro y Erasmo, con los maestros espirituales como Ignacio de Loyola o San Juan de la Cruz. Y la modernidad-ilustrada con las corrientes humanistas como las liberales, con autores como Rousseau, o las socialistas como Marx que, junto a M. Weber, empieza a desarrollar la moderna ciencia social y la teoría social crítica.
Todas estas corrientes, estos pensadores, que son complementarios y componen la fecunda historia del pensamiento social, con sus virtudes y límites, con sus aciertos y carencias, nos han dejado un legado imprescindible para comprender la injusticia de la pobreza, las desigualdades sociales y mundiales.
Tal como, actualmente, ha actualizado y profundizado las diversas ciencias sociales y humanas, los estudios e informes sobre el desarrollo humano, social, etc. Conocemos así como las causas de la pobreza se encuentran en las relaciones humanas e ideologías, en las estructuras culturales y sociales (políticas y económicas, financieras y comerciales) que originan la dominación, injusticia y desigualdad en forma de paro y explotación laboral, de hambre, empobrecimiento y exclusión social.
En la actualidad, en nuestra era de la globalización, esta ideología y estructuras se han mundializado, y domina el neoliberalismo/capitalismo, ya global y en especial financiero-especulativo, que cada día aumenta más la brecha y el abismo de la injusticia planetaria. Todo ello genera las desigualdades sociales y mundiales entre unos pocos muy ricos, cada vez más ricos, y la mayoría de la humanidad, cada vez más empobrecida y excluida. Así nos lo ponen de relieves los estudios e informes como el PNUD (Naciones Unidas) o el FOESSA (ligado a Caritas Española).
Para no marear con cifras y números, solo un dato que expresa gráficamente la injusticia e inmoralidad inherente del neoliberalismo, la esencia inhumana del capitalismo: en los últimos 20 años, el 1% de los ricos del planeta ha aumentado el 60% sus ingresos; mientras, no cesa de aumentar el numero de personas que sufren el hambre y la pobreza en el mundo La estafa de la crisis, producida por la especulación financiera del capitalismo- que ha convertido al mundo en un casino, donde la banca gana y la mayoría pierde padeciendo en la pobreza-, no ha hecho más que intensificar estos procesos de injusticia y desigualdad en el mundo.
Frente a lo anterior, y siguiendo a lo más cualificado de este pensamiento social, hay que subordinar la economía y un supuesto «libre» mercado a la ética, al bien común y a la justicia social-global con los pobres de la tierra que es lo que debe orientar, regular las políticas económicas (laborales y comerciales, financieras y bancarias…). El destino universal de los bienes tiene la prioridad absoluta sobre la propiedad (privada, estatal…), ya que la propiedad solo se justifica cuando posibilita esta distribución común y justa de los recursos, de los bienes. El trabajo, la vida y dignidad del trabajador con sus derechos (como un salario justo y unas condiciones laborales humanas-éticas), se antepone al capital, a los beneficios o medios de producción, que hay que socializar en formas de cooperativismo, de economía social, de democracia económica y empresarial.
En este sentido, es imprescindible asegurar el Estado Social de Derecho-s, a nivel mundial: con este sistema laboral-empresarial ético, para un trabajo decente; con una fiscalidad justa, donde paguen más lo que más tienen (capitales y patrimonios más altos, operaciones financieras-bancarias, etc.), erradicando los inmorales paraísos fiscales y el fraude tributario; con unas políticas públicas, que se correspondan los derechos sociales, como la renta básica o salarios sociales, la cultura y la educación, la sanidad y los medicamentos, la vivienda, transportes y equipamientos (tales como la luz, el agua y el resto de energías).
Y todo ello en un desarrollo pacífico y humano, sostenible y ecológico, con un consumo justo y responsable. Frente a la competitividad y a la violencia, frente al productivismo, consumismo y destrucción (injusticia) ambiental del sistema capitalista: cuya insostenibilidad anti-ecológica está en su misma entraña inhumana. Hay que promover la globalización de la justicia y de la paz contra la del capital y la guerra. En definitiva, una ecología integral, en la esperanza y felicidad de que otro mundo es posible desde el servicio, desde el compromiso por un planeta más fraterno y justo.