Según el último informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), unos 842 millones de personas estuvieron malnutridas y padecieron hambre crónica entre 2011 y 2013
(Caritas).- En este Día Mundial de la Alimentación, la red Cáritas reitera su llamamiento a los líderes mundiales para que se comprometan en la lucha por la erradicación del hambre y reconozcan el derecho a la alimentación de toda la familia humana. Cáritas apuesta, además, por el desarrollo de sistemas alimentarios sostenibles, que es el tema central del Día Mundial de la Alimentación para este año.
Para ello, Cáritas apoya la creación de procesos agroalimentarios que utilicen los recursos de manera eficiente desde los campos de cultivo hasta las mesas; que apliquen métodos y herramientas para controlar las pérdidas, al tiempo que respeten el entorno; y que atajen el escandaloso desperdicio de los alimentos que tiene lugar en una parte del planeta, mientras en la otra millones de personas viven con hambre.
Según el último informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), unos 842 millones de personas estuvieron malnutridas y padecieron hambre crónica entre 2011 y 2013. El informe muestra que África es la región del mundo con la prevalencia más alta de malnutrición. De hecho, se calcula que uno de cada cuatro africanos pasa hambre. Esta situación compromete las capacidades físicas y mentales de vida de las nuevas generaciones, ya que se estima que el 26 por ciento de los niños del mundo sufren retrasos en su crecimiento y el 31 por ciento tienen déficit de vitamina A.
Si bien el informe reconoce que ha habido avances en la lucha contra el hambre en el mundo, insiste en la necesidad de acometer un mayor esfuerzo para alcanzar en 2015 el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, es decir, la erradicación de la pobreza extrema y el hambre.
Los países del Norte encarnan la otra cara del problema. Según Cáritas Europa, en nuestro entorno un tercio de los alimentos producidos para consumo humano (algunas fuentes hablan de la mitad) se pierde o desperdicia. Esta sangrante paradoja es efecto directo de un sistema injusto, que no concibe la alimentación como un derecho humano, que permite la especulación en el precio de los alimentos y que impide una distribución equitativa de los mismos a nivel internacional.
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