Es necesario colocar en el centro de nuestra vida a los más pobres, e ir haciendo una Iglesia más parecida al Evangelio de Jesús
(José Manuel Vidal)- Fran Izquierdo es el encargado de la Procura de Misiones Diocesanas Vascas. Laico, casado y con una hija, nos recibió en su sede de Vitoria, donde nos explicó que «la novedad de Misiones Diocesanas Vascas consistió en que los sacerdotes diocesanos y los laicos diocesanos podían ser misioneros, que antes era una cosa reservada solamente a las congregaciones misioneras».
En sintonía con el Papa Francisco, Izquierdo cree que la tarea de los misioneros es salir a las periferias, pero advierte que «las periferias son los lugares de sombra, donde no solemos entrar y que no son prioridad, y también las hay en nuestras propias diócesis«.
Afirma que «los últimos en irse de las zonas en conflicto, o los que no se van, son siempre los misioneros«, y concluye recordando la necesidad de «colocar en el centro de nuestra vida a los más pobres, e ir haciendo una Iglesia más parecida al Evangelio de Jesús».
¿Cómo llegaste a estar al cargo de todo esto?
Tuve la suerte, en su día, de poder ser misionero seglar en Angola, y a mi regreso empecé a trabajar en la Procura de Misiones. En Angola estuve dos años, y allí fue donde conocí a mi mujer.
¿Cómo fue esa experiencia?
Bueno, ese tipo de experiencias tienen distintas fases, y la primera de ellas es de digestión difícil. Se necesita tiempo y acompañamiento para habituarse a esa realidad, porque aquí vivimos en una burbuja donde todos son seguridades, y allí la gente vive al día, y de manera muy sufriente. Y para asumir todo eso necesitas un tiempito.
¿Te deja marcado?
Sí. Los misioneros que han pasado por África dicen que «te pica un bicho», y que si has ido una vez, tienes que repetir… Ocurre en otros sitios, pero done esto es más marcado es en África.
¿La Iglesia de Vitoria se fía de los laicos? Parecería que sí, puesto que os encomienda la actividad misionera, que supone una gran responsabilidad…
Sí, varias delegaciones diocesanas están desde hace tiempo encomendadas a laicos.
¿Cómo y cuándo nacieron las Misiones Diocesanas?
Nacieron básicamente con una pregunta, en el Seminario Diocesano, en el año 1928. fue en una charla en ese gran seminario cuando se planteó la pregunta de cuándo Vitoria podría tener una Misión Diocesana. Desde ese momento hasta su concreción en el año 48 pasaron 20 años, 20 años de mucho luchar. El proceso de creación de las Misiones fue complejo.
¿Quién fue el alma máter del proyecto?
Sagarmínaga fue el iniciador de todo el tema misionero, y fue quien supo ilusionar a la diócesis de Vitoria con el sueño de las Misiones Diocesanas. Y luego, Zunzunegui fue el motor, el que lo puso en marcha.
¿Y cuál fue el momento de máximo apogeo de las Misiones?
Cuando se inició en el año 48 fueron sólo sacerdotes, pero en la segunda expedición ya fueron también seglares. Todo comenzó en la diócesis de Los Ríos, en Ecuador. Más adelante fue aumentando el número de misioneros, de diócesis y de países donde había presencia de Misiones Diocesanas Vascas: Venezuela, Brasil, Chile… Y luego se dio el salto a África, a Angola, Ruanda, el Congo… El sueño inicial era ir a China, pero nunca se fue. Y el período de mayor apogeo fue a finales de los años 60.
¿Cuál fue la novedad de vuestras Misiones?
La novedad consistió en que los sacerdotes diocesanos y los laicos diocesanos podían ser misioneros, que antes era una cosa reservada solamente a las congregaciones misioneras. De esta manera, cualquier sacerdote podía ser misionero y participar de la misión, y era la diócesis de Vitoria la que se convertía en misionera.
Para llevar adelante los proyectos y las campañas se puso en marcha una revista, encuentros corresponsales… Es decir, que la diócesis entera se movió en esa dirección. Se mandaban cartas desde la misión que se leían en el comedor, y eso suscitaba nuevas vocaciones misioneras.
En los 70 empezó a haber menos misioneros que antes, y en los 80 ya se empezó a hablar de repliegue.
¿Y en la actualidad?
En la actualidad queda poquito de todo aquello. En Ecuador tenemos 3 parroquias, en dos diócesis diferentes, y también hemos estado en Angola hasta hace bien poquito, pero tuvimos una salida inesperada por parte del sacerdote y del seglar que estaban en Luanda.
¿Vuestra revista «RÍOS» debe su nombra a vuestra primera misión en Ecuador?
Bueno, la revista se hace aquí pero trata las cosas que ocurren en misiones. Se empezó a editar al año siguiente de la primera expedición que, efectivamente, fue en la diócesis de Los Ríos. Así que el boletín toma su nombre de ahí. Desde entonces hemos tenido 4 boletines al año, ininterrumpidamente. Y se mantuvo ese nombre.
¿Cuántos misioneros de las diócesis vascas pasaron por esos países?
El número exacto no lo tenemos, pero el más aproximado rondaría los 700 u 800 misioneros, entre las tres diócesis vascas. Porque el equipo misionero y los envíos fueron siempre conjuntos. Actualmente también mantenemos coordinadas las tres diócesis, y cada una de ellas tiene su delegación de Misiones.
¿Se está produciendo en estos momentos el fenómeno inverso? ¿Vienen misioneros de Latinoamérica a evangelizarnos a nosotros?
Pues sí que se está dando esta situación en Vitoria, porque algunos de ellos vienen a estudiar al Seminario de lunes a viernes, y luego los fines de semana ayudan en parroquias.
¿Se quedan aquí o vuelven a sus países?
Por ahora en la diócesis son pocos los que vienen a estudiar, y normalmente cuando terminan los estudios tienen que regresar.
En Vitoria todavía estamos un poquito mejor que Bilbao o San Sebastián, respecto a media de edad del clero, afluencia en parroquias y demás. Y todavía con los sacerdotes que tenemos se mantiene un poco el sistema tradicional.
¿La llama misionera sigue viva en el clero y en la gente?
Lo que tiene Misiones Diocesanas Vascas es una historia muy rica. Hay muchos sacerdotes actuales que han pasado un periodo por misiones, y eso mantiene viva la parroquia donde esté, e impulsa lo misionero a nivel de hermanamientos, de proyectos, a de apoyo a campañas, de que nos den espacio para trabajar con catequesis o con grupos… Los grupos de Misiones de las parroquias (de laicos) son los que ahora mismo tienen el motor, que antes estaba en el Seminario. Haya un sacerdote misionero o no lo haya, ellos mueven las campañas, hacen encuentros, se coordinan… El alma de la parroquia hoy por hoy está en esos grupos.
¿Los misioneros son la figura que mejor imagen conserva de toda la Iglesia española?
Sí, y eso facilita mi trabajo, y a la vez hace que sea muy gratificante. También tiene su parte vocacional, como la llamada misionera. Es un trabajo que te exige mucha implicación, y que a veces cuesta. Cuesta encontrar gente que vaya a misiones (tanto sacerdotes como seglares). Tenemos un curso Norte-Sur, experiencias de verano para jóvenes (todos los años van grupos de 15 o 20 a conocer nuestras misiones de Ecuador o Angola)… Pero cuando se busca un compromiso de un año o algo más de tiempo, para poder hacer un trabajo un poco más continuado, cuesta encontrar gente. Algo que para nosotros fue tan importante, creo que todavía no sabemos transmitirlo bien. Aunque también es cierto que esas vivencias hay que vivirlas, no vale con que te las cuenten. Tienes que pisar esa tierra.
¿Os resulta fácil comunicar a nivel de medios?
Bueno, además de la revista tenemos nuestra página web, y en los momentos de campañas fuertes, cuando viene gente de Ecuador y de Angola a dar su testimonio directo (en vez del sacerdote o el seglar, solemos traer a alguien de las comunidades de allí, alguien sencillo), los medios siempre nos dan mucha apertura. Eso es algo que llevamos haciendo desde el año 98, y resulta un testimonio muy sencillo pero muy impactante. Y no tienen por qué ser medios cercanos a la Iglesia. Siempre nos hacen un hueco.
¿Crees que los misioneros son el ejemplo perfecto de aquel «pastor con olor a oveja» del que habla el Papa? Hombres sencillos, pobres, entregados…
Sí, pero ver siempre lo misionero como algo ejemplar que no tiene fallos, es peligroso. También los misioneros metemos la pata, hacemos cosas mal. No es bueno idealizar lo misionero, porque también tiene sus luces y sus sombras. Eso hay que tenerlo en cuenta.
El que ha pasado por misiones sabe que eso es un servicio, y que cuando uno está allí está acompañando algo que no es suyo. Aquí los sacerdotes asumen las parroquias como algo muy suyo, pero el misionero no tanto. Creo que tenemos más marcado que nuestra labor es dedicar unos años, un servicio, y luego dejar caminar a la gente. Aunque tengamos idioma y culturas diferentes, el misionero trata de aprenderlos para acompañar a la gente, sabiendo que eso implica un aprendizaje constante para él.
En cambio aquí, cuando un sacerdote termina el seminario o cuando un seglar está en su grupo, muchas veces piensa que ya no tiene mucho más que aprender. Mientras que el misionero tiene viva la conciencia de un aprendizaje diario.
¿Cómo estás viendo los primeros meses del Papa Francisco?
En primer lugar, el hecho de que sea de América Latina ya es un cambio importante. Todo lo que sea cambiar hacia la universalidad y la apertura, en la Iglesia lo agradecemos muchísimo. Además de que los testimonios y los ejemplos que está dando son muy bonitos.
¿Crees que puede darle un nuevo impulso a la misión?
Creo que es necesario, toda diócesis tiene que ser misionera, y no sólo de cara a la galería. Hay que impulsarlo de verdad. Es necesario colocar en el centro de nuestra vida a los más pobres. Ir haciendo una Iglesia más parecida al Evangelio de Jesús es la tarea.
¿Hay que salir a las periferias, como dice el Papa?
Sí, pero sabiendo que periferias las tenemos también aquí, en nuestras diócesis. Las periferias son los lugares de sombra, donde no solemos entrar y que no son prioridad.
Los misioneros viven todavía en contextos especialmente difíciles, como el de Siria. ¿Cómo ves la situación del país en estos momentos?
Creo que hay muchos intereses metidos, de grandes países en los que la información que nos llega siempre es muy sesgada. Los intereses de las potencias priman por encima de la población y de los derechos humanos. En Siria nosotros no tenemos misioneros, pero sabemos que lo que es habitual es que los últimos en irse, o los que no se van, sean los misioneros.
Una personas que está acompañando a una comunidad, a una parroquia o a un grupo de personas, siempre tiene un pasaporte europeo que le diferencia de todos los demás, y que en cualquier momento le puede sacar de allí. Pero hay pastores que jamás abandonan a sus ovejas, por más difícil que sea. Y por eso a muchos misioneros los han matado en la misión. Es muy duro, pero también los mártires son un ejemplo y una constante que nos sirve para cuestionarnos nuestro trabajo diario. Si ellos dieron hasta la vida, nosotros no nos podemos quedar a medio gas.
¿Eres optimista respecto al futuro?
Sí. Ahora hay un modelo misionero que quizás está tocando a su fin, aunque hay que seguir apoyándolo. Pero bueno, también estamos haciendo un estudio para abrir nuevos espacios de trabajo misionero, buscando alternativas y nuevos proyectos, para que el impulso misionero se pueda seguir plasmando.
¿Económicamente seguís ayudando a las misiones que dependen de vosotros?
Sí, incluso a las diócesis donde ya no estamos. A pesar de la crisis, la gente sabe que en otros lugares del mundo lo están pasando incluso peor que aquí, y sigue ayudando a las misiones, manteniendo su cuota, su colaboración con la revista, con las campañas misioneras… Aunque todo esto también va en descenso, no porque la gente sea más insolidaria, sino porque las comunidades parroquiales van en descenso. Entonces, al haber menos gente en las parroquias, lógicamente las contribuciones también son menores.
Algunos titulares:
-Las experiencias en países de misión tienen distintas fases, y la primera de ellas es de digestión difícil: Se necesita tiempo para habituarse a esa realidad
-La novedad de Misiones Diocesanas Vascas consistió en que los sacerdotes diocesanos y los laicos diocesanos podían ser misioneros, que antes era una cosa reservada solamente a las congregaciones misioneras
-Es necesario colocar en el centro de nuestra vida a los más pobres, e ir haciendo una Iglesia más parecida al Evangelio de Jesús
-Las periferias son los lugares de sombra, donde no solemos entrar y que no son prioridad, y también las hay en nuestras diócesis
-Los últimos en irse de las zonas en conflicto, o los que no se van, son siempre los misioneros
-Un misionero siempre tiene un pasaporte europeo que le diferencia de todos los demás, y que en cualquier momento le puede sacar de allí. Sin embargo, hay misioneros que mueren en la misión porque se niegan a abandonar a su comunidad