El perdón por parte de la CEE, ha de ser el bálsamo que nos ayude a cicatrizar las heridas de una guerra entre hermanos
(Josep M. Bausset).- Pedir perdón era una de les resoluciones de la Asamblea Conjunta obispos-presbíteros, que presidida por el cardenal Tarancon, tuvo lugar en el Seminario de Madrid, del 13 al 18 septiembre de 1971.
La Asamblea Conjunta, uno de los acontecimientos más importantes de la Iglesia española durante la última etapa del franquismo, afirmaba en la resolución número 34:
«Reconocemos humildemente y pedimos perdón, porque nosotros no supimos ser ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos».
Desgraciadamente esta propuesta no fue aprobada por la Asamblea, ya que no consiguió las dos terceras partes de los votos favorables exigidos, de los 276 participantes, entre obispos y presbíteros procedentes de todas les diócesis españolas. Con todo, esta petición de perdón fue un primer paso en la reconciliación entre lea partes enfrentadas por una guerra, y también, la asunción de responsabilidades por parte de los obispos y de los presbíteros.
La actitud aperturista del cardenal Tarancón por hacer posible el dialogo en el seno de la Iglesia, romper con el nacionalcatolicismo y aplicar el Vaticano II en el Estado español, encontró una fuerte oposición en el Régimen, y por eso tuvo que soportar una infame campaña de desprestigio, dirigida a la Asamblea, por parte de la prensa del Movimiento y de grupos progubernamentales de extremaderecha.
Unos años después, el 1997, el episcopado francés publicó una declaración de arrepentimiento, debido a la actitud de la Iglesia francesa durante el Régimen de Vichy. Este documento, decía:
«Demasiados pastores de la Iglesia ofendieron con su silencio a la misma Iglesia y su misión. Hoy confesamos que este silencio fue una falta. Imploramos el perdón de Dios y pedimos al pueblo judío que escuche esta palabra de arrepentimiento».
Los obispos franceses reconocían de esta manera su error y, con valentía, pedían perdón.
El año 2000, el arzobispo Jorge Mario Bergoglio, de Buenos Aires, el actual papa Francisco, impulsó una declaración de perdón, por la implicación de la Iglesia en los crímenes de la dictadura argentina.
Cuarenta y dos años después de la Asamblea Conjunta, los obispos españoles (y también todos los cristianos) tienen ahora una buena ocasión para asumir con valentía los errores del pasado y pedir perdón por la Carta Colectiva de 1937 y por el apoyo que la Iglesia (no toda) hizo al franquismo.
Así lo ha hecho el P. Josep Maria Soler, Abad de Montserrat el pasado día 20, cuando en la homilía de la Eucaristía de acción de gracias por los monjes mártires, pidió perdón «por las veces que no hemos ofrecido un testimonio transparente del Evangelio, ni hemos sido generosos para a servir a todos».
También ha pedido perdón el arzobispo de Tarragona y Primado, Jaume Pujol, así como los obispos de Catalunya, en el documento, Al Servei del nostre Poble.
El perdón por parte de la CEE, ha de ser el bálsamo que nos ayude a cicatrizar las heridas de una guerra entre hermanos. Y también un camino de esperanza, de diálogo y de libertad, para así, aprender que la violencia, venga de donde venga, nunca trae la paz.
Así aprenderemos que la Iglesia nunca pueda bendecir una opción política concreta, como defendía el cardenal Tarancon en la misa de entronización del rey.
El perdón y la reconciliación de unos y otros, nos ayudará a construir una convivencia basada en la justicia, la libertad y la paz. Y será también un recuerdo para no volver nunca más a enfrentarnos, en una guerra entre hermanos.