El Hombre posmoderno no es que evite reprimir sus emociones es que no sabe controlarlas, que es muy distinto
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(Ángel Manuel Sánchez).- El existencialismo filosófico parece ser fuente de inspiración para la posmodernidad imperante. Del existencialismo podemos subrayar que enfatiza el subjetivismo en la búsqueda del sentido de la vida ó en la formación de la Weltanschaung (cosmovisión). Para el existencialismo la búsqueda de sentido a la vida es una tarea hercúlea que comienza desde sí y para sí mismo.
Es meritoria la tarea del existencialismo por subrayar la dignidad de quien busca dar sentido a su vida de forma autónoma. El existencialismo considera la existencia previa a la esencia. En la medida que el individuo entiende autónomamente su contexto en tanto que ello supone el ejercicio de la libertad personal, encuentra su esencia personal, es decir lo que realmente es y complementariamente, lo que está llamado a ser.
Hay muchas corrientes dentro del existencialismo, y Albert Camus encarna una de ellas. Albert Camus es el filósofo del Absurdo, porque el absurdo es su conclusión respecto del sentido de la vida. Las grandes cuestiones, entre ellas, la existencia ó no de Dios, son irrelevantes por cuanto nada resuelven y nada influyen en realidad en tan trascendental búsqueda del sentido a la vida. Los existencialistas del siglo XX fueron testigos de dos guerras mundiales. La búsqueda de sentido de la vida pudo bien haber sido la búsqueda del sentido al sufrimiento de sus coetáneos. El pesimismo angustioso ó el absurdo fueron las conclusiones para Sartre y Camus; la vida como relación, la conclusión de los existencialistas cristianos (Marcel y Maritain).
Porque si algo me inquieta del protagonismo dado a la figura de Albert Camus, es que el existencialismo del absurdo puede estar de moda como forma de entenderse la persona de hoy. El subjetivismo es esencia pura para la posmodernidad y la exhibición de las emociones su fórmula evidente de manifestación. Sólo soy un aficionado a la Historia de la Filosofía, pero no hace falta ser docto en la materia para darse cuenta que la experiencia existencial de Camus y de Sartre, se entiende desde una vivencia angustiosa de la soledad que trataron de aliviar acercándose uno al anarquismo y el otro al marxismo, y ambos casos, comprometiéndose con los problemas políticos de su época.
El énfasis en la conmemoración del aniversario del nacimiento de Camus, ¿suponen manifestaciones de desorientación, soledad y desencanto del Hombre posmoderno? Yo creo que sí, y creo además que para evitar su angustiosa soledad se refugia en el campo no de las ideologías, sino de las emociones. La soledad puede estar en el origen de que los individuos expongan efusivamente sus emociones. ¿Lo hacemos para evitar reprimirlas ó más bien constituyen una forma de evasión frente a la sensación de aislamiento que encontramos en nuestras vidas? El Hombre posmoderno no es que evite reprimir sus emociones es que no sabe controlarlas, que es muy distinto. Por ello, y por contraste histórico, se puede decir que el Hombre de hoy tiene una fatal predisposición a ser manipulado. Aislado, en búsqueda angustiosa de unión con los demás a través de las nuevas tecnologias, manipulable por su carácter emocional y poco reflexivo, desencantado, con el absurdo por respuesta a su vida, viviendo a lo que salga y montado en una montaña rusa experiencial, el Hombre posmoderno es una triste caricatura del Hombre moderno e ilustrado.
Albert Camus me ha hecho pensar. Si bien es cierto que la existencia, yo lo llamo contexto (Ortega y Gasset lo llamaba realidad radical), proporciona las claves para encontrar las respuestas al sentido de quién soy y para qué vivo, para mí no son las únicas. Las otras claves para la búsqueda de respuestas tocan a la esencia del ser humano y no sólo a su existencia, tocan a su vocación, y están gravadas en nuestro espíritu. Somos criaturas amadas por su creador, somos reproducción imperfecta de la afectividad y de la inteligencia de Dios, creador. Sentirme criatura, criatura amada y amante de las otras criaturas, y saberme humano libre y pecador, y por ende, una potencial amenaza para mis hermanos, constituyen las dos esencias, una buena, la otra realista e imperfecta, con las que libremente construyo ó destruyo mi personalidad.
Soy criatura libre y dotada de conciencia y voluntad (esencia y potencia). No soy una criatura radicalmente libre (Sartre) pues padezco y respondo, porque es así y no de otra manera, constantemente de las consecuencias de mis palabras y actos ante Dios y ante mis semejantes. Vivir con Amor y en estado de Gracia ante Dios, otorga sentido y significado a la vida, haciendo que no sea absurda (Camus). Pero esto es algo demasiado sencillo para que el complicado Hombre moderno lo entienda, y demasiado comprometedor para que el acomodado Hombre posmoderno lo acepte.
Creo que construimos positivamente nuestro sentido de la vida conjugando subjetividad (experiencias más o menos digeridas) y objetividad (principios ó verdades heterónomos más o menos interiorizados). No es verdad que seamos más libres porque seamos los únicos artífices de la edificación de nuestras personas. La soledad, el individualismo y el aislamiento conducen al absurdo ó a la angustia vital, y son estériles porque no permiten construir nada (salvo quizás, parques temáticos y de atracciones, y todo tipo de experiencias escapistas) y destruyen mucho, por eso se acude tanto al psicólogo.
Si el absurdo constituye para una parte consciente de nuestra sociedad la respuesta al sentido de la vida ó del sufrimiento, entonces en ese tren yo no viajo, decido hacer contracultura. Me sublevo dignamente frente a conclusiones que no me permiten honestamente vivir en paz y alegría, prescinden del sentido espiritual de la existencia, ó se rebelan puerilmente frente a aquello que por no ser propio ó por ser exterior al individuo y heteronomo, sea considerado una amenaza a la libertad personal.
El miedo al ejercicio incómodo y comprometedor de la libertad responsable, la búsqueda incontrolada y compulsiva de nuevas sensaciones, el rechazo a toda realidad «fea» que comprometa o cuestione, y la ausencia de toda consideración espiritual sobre uno mismo, son los factores que no es que amenacen sino que determinan actualmente la infelicidad y el sufrimiento de los hombres y mujeres posmodernos.
A la posmodernidad (subjetividad en estado emocional superlativo) le gusta la antítesis, la paradoja, mezclar lo que es contradictorio, lo viejo con lo nuevo. La posmodernidad no es seria porque no es creativa, es pura pantomima. Parodia y frivoliza lo que resulta sustantivo y trascendente. Le gusta ridiculizar por ello a las personas con sentido religioso. La posmodernidad no es que imite lo que le inspira, es que lo falsifica y además, sin talento. Eufemísticamente llama desenfado a lo que es simplemente insípido y en todo caso prescindible, por carecer de contenido, de alma y de esencia. Sería ridículo y grotesco que el Hombre posmoderno se convirtiera ahora en un existencialista, alguien serio, controvertido y para nada desenfadado. Ya quisiera parecerse el hombre coetáneo a Albert Camus, un hombre verdaderamente esforzado en encontrarle sentido honestamente a su vida y a su sufrimiento, un tipo serio para una vida que objetivamente todos sabemos va en serio; una verdad objetiva que como todos sabemos evita asumir la posmodernidad.