Las monjas de la Fuensanta son maestras de humildad, de alegría y de sencillez
(Josep M. Bausset).- El pasado 21 de noviembre, el papa Francisco visitó a la comunidad de monjas benedictinas camaldulenses de Roma. En la homilía pronunciada por el papa durante el rezo de vísperas, Francisco se preguntaba si «los monasterios mantienen aun la llama de la esperanza».
Puedo decir que las monjas benedictinas de la Fuensanta, en pleno siglo XXI, son mujeres llenas de esperanza y por eso mismo, son para nuestra sociedad luz en medio de la oscuridad.
Y esto lo puedo afirmar, ya que del 2 al 7 de diciembre, he estado compartiendo la vida de esta comunidad, acompañándola en la oración y en la reflexión, durante los ejercicios espirituales.
Las monjas de la Fuensanta, que cuidan el santuario del mismo nombre, hacen de su monasterio un abrazo fraterno de misericordia y de comunión y un lugar de perdón y de fiesta. Las benedictinas de la Fuensanta son contemplativas del amor en un silencio orante, ya que con la oración y la acogida de peregrinos, hacen del santuario un encuentro de fe, fraterno y gozoso.
Las monjas de la Fuensanta son maestras de humildad, de alegría y de sencillez, características de aquellos hombres y mujeres que buscan a Dios, un Dios que se encuentra en la intimidad del corazón, allí donde germina la semilla del amor y de la esperanza.
En los monasterios, y de una manera especial en el de la Fuensanta que conocí a principios de diciembre, la soledad se transforma en comunión, las ofensas en perdón y la discordia en dialogo. Y es que las monjas benedictinas de la Fuensanta, con su silencio, su trabajo y su oración, nos hacen ver que acoger es mucho más que escuchar y que en medio de las prisas y de la incomunicación, podemos crear espacios para humanizar el mundo.
Las benedictinas de la Fuensanta nos hacen ver también que cambiar este mundo es posible y que el Reino soñado es una utopía, sí, pero una utopía que podemos hacer realidad.
Los monasterios de contemplativas como el de las benedictinas de la Fuensanta, lejos de encerrarse en ellos mismos, abren horizontes de esperanza y de paz y donde descubrimos que la oración nos hace fuertes en la debilidad y generosos en la pobreza.
Las benedictinas de la Fuensanta viven el día a día con una sonrisa en el rostro, mientras sienten como nacen en sus corazones, sentimientos y actitudes de alegría y de paz. Las monjas de la Fuensanta son mujeres que ayunan del consumismo y que creen en el perdón y en la fraternidad, en la esperanza y en el hermano.
He tenido la suerte de pasar unos días con las benedictinas de la Fuensanta, compartiendo con ellas la oración y la reflexión, el dialogo y el perdón. Ojala sean muchos los que descubran este monasterio y estas hermanas, ya que ellas, con su testimonio, nos ofrecen la vida monástica como espacio de cercanía, de comprensión, de comunión y de alegría.
Ciertamente que las benedictinas de la Fuensanta mantienen encendida la llama de la esperanza, como nos pedía el papa Francisco, para iluminar a un mundo desorientado, que vive en la oscuridad.