Patrocinar 33, mover sus contactos para lanzar el musical a lo grande podría ser la "corona" del cardenal Rouco Varela, antes de abandonar la sede madrileña
(José M. Vidal).- ¿Puede un musical contar la vida de Jesús, sin caer en la ñoñería o en el morbo superficial? 33 lo hace. ¿Puede un musical ser moderno y tradicional a la vez? 33 lo consigue. ¿Puede un musical hacer olvidar a ‘Jesucristo superstar’ y hasta mejorarlo en fondo y forma? 33, el musical del sacerdote madrileño Toño Casado, entusiasmó ayer en su presentación en concierto a un público heterogéneo que abarrotaba el teatro de El Recuerdo.
Tres horas de música y sobria escenificación en vivo y en directo que se pasan volando. La historia de Jesús cien veces contada, pero que sabe a nueva y actual. En un musical que, para ser moderno, no tiene que acudir al esperpento o al morbo desaforado.
La música, de musical. Bien trabada, con excelente orquestación. Con melodías de todo tipo. Desde las baladas más serias y envolventes, a los tangos o las canciones de ritmo frenético. Con estribillos pegadizos y con melodías que suman y van in crescendo hasta explotar en una especie de «ciclogénesis» musical.
Y si la música es extraordinaria, el libreto no le queda a la zaga. Toño casado ha sabido narrar la historia de Jesús de otra forma. Con rigor y con amenidad. Con letras que encierran mucha enjundia, mucha intención y mucho contenido. Una obra repleta de palabras, gestos e imágenes profundamente evangélicas. El texto está escrito hace años y, sin embargo, huele al Papa Francisco. Rezuma un Jesús que ama y defiende a sus pobres y pequeños. Un Dios del amor, que arremete contra el poder y el dinero, mientras reparte ternura y misericordia.
Tanto la música como la letra cuentan con toques de humor e ironía. Y con una buena dosis de denuncia y de anuncio. Anuncio del Reino que libera y denuncia de la falsa religión o del clericalismo, que pervierte el sentido de lo religioso. «Hace unos años tendría problemas con la censura eclesiástica. Hoy, tiene el viento de cara y su critica del clericalismo es más suave que la que hace el propio Papa», dice Amalia, una catequista sentada a mi izquierda en la función.
A mi derecha, tres exponentes del clero español: el Padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz; Avelino Revilla, delegado de enseñanza del arzobispado de Madrid, y Francisco José Prieto, vicario de Ourense para la nueva evangelización. Tres curas de edades y extracciones diferentes y que, sin embargo, coincidían en proclamar el mismo entusiasmo por la obra.
«Es un musical extraordinario que puede hacer mucho bien. La jerarquía española tendría que apoyarlo a fondo», dice el Padre Ángel. A su lado, Avelino Revilla considera que «33 puede ser un excelente instrumento para la nueva evangelización». Y se pasa toda la función aplaudiendo a rabiar. Y, emocionado por momentos, se permite incluso lanzar algún bravo. A nuestor lado, hay gente que incluso llora de alegría y de emoción. No sólo por la belleza de música y letra, sino por que su mensaje llega, cala y inyecta ganas de seguir a Jesús.
La gente, emocionada, acompaña con palmas la última canción de despedida, entre vivas, mientras por el escenario van desfilando los protagonistas. Con ovaciones especiales para todos los intérpretes. Especialmente para los tres diablos, Caifás (quizás el que más magnetismo desprende), María, María Magdalena y Cristo (un Cristo que quizás resulte demasiado blandito).
Y, por supuesto, ovación de gala para el alma de 33, el cura Toño Casado. Un actor levantó una pancarta con su nombre: «Toño». Él subió, cogió la pancarta y, en un brillante y catequético golpe de efecto, le dio la vuelta. Y en el reverso estaba escrito: «Jesús». Y hacia Él señaló Toño, después de dar las gracias a los actores, a los músicos y a la gente.
Montar un musical a lo grande, en la Gran Vía madrileña, como pretende Toño Casado (para después pasearlo por toda España y Latinoamérica) no está al alcance de cualquiera. Hay que tener una obra lo suficientemente sólida y comercial a la vez (que en este caso existe) y, además, medios económicos abundantes.
¿No tiene la Iglesia española los medios necesarios para avalar este potente instrumento para la nueva evangelización? Ojalá el cardenal de Madrid pregunte sus impresiones a su delegado de enseñanza, Avelino Revilla, y decida implicarse a fondo. Porque 33 puede ser un musical que arrase en taquilla y, lo que es más importante, una obra que se convierta en un aldabonazo que acerque a la gente, especialmente a los jóvenes, a Jesús. Patrocinar 33, mover sus contactos para lanzar el musical a lo grande podría ser la «corona» del cardenal Rouco Varela, antes de abandonar la sede madrileña.