Precisamente porque aprecio a la institución hago visible lo que otros no se atreven a decir u obstinadamente intentan tapar en su propio beneficio
(Juan P. Somiedo).- La Iglesia y el Papa Francisco están jugando un juego delicado. Después de la renuncia de Benedicto XVI, los escándalos de pederastia y los problemas con el IOR, los cardenales comprendieron que necesitaban un cambio de cara a la opinión pública. Optaron por alguien venido de fuera y «no contaminado». Todo se preparó para que Bergoglio se presentase ante los fieles y la opinión pública en general como el adalid de la renovación y el cambio. Sus gestos cargados de simbolismo y sus palabras contribuyeron en gran medida a crear esa imagen.
Pronto se puso manos a la obra saneando el IOR y organizando un poco la curia. Pero…¿eso es todo?. ¿De verdad alguien cree en la Santa Sede que van a poder salir airosos sólo con eso y sin implementar cambios en el terreno organizacional doctrinal y moral?. Eso creo que era la intención de los cardenales del cónclave que eligió a Bergoglio. Se dirían: «maquillemos un poco la cara, pero no la lavemos. Los que ahora gobiernan los mecanismos vaticanos seguirán haciéndolo después».
Sinceramente creo que no va a ser posible. Los fieles están demandando otra cosa y esa otra cosa pasa por realizar los cambios pertinentes manteniendo la esencia del mensaje. Y por supuesto eso no se va a solucionar con cardenales como Fernando Sebastián que, recién elegido y sabiendo cómo están las cosas se despacha alegremente en los medios de comunicación.
Una de las cosas que tendrán que repasar es la designación de los mandos intermedios, esto es, de los obispos. De igual forma se hace necesario establecer los mecanismos de control pertinentes. De lo contrario seguirán nombrando cargos desde una visión completamente subjetiva y destrozando diócesis enteras como hasta ahora. Los plenos poderes episcopales favorecen la aparición de aduladores y mediocres que aprovechan esa situación para medrar y crecer arrinconando muchas a veces a quien se lo merecería más por méritos y capacidades.
Los seminarios tampoco pueden seguir como hasta ahora. «Si anda, corre o vuela a la cazuela». La escasez de vocaciones hace que las tragaderas sean enormes. Y luego con esos mimbres hay que hacer los cestos. Los seminaristas saben que no cuenta su esfuerzo ni su capacidad, cuenta llevarte bien con el obispo, tener padrino o ser lo suficientemente ortodoxo en la aplicación de una doctrina cada vez más trasnochada. También resulta curioso comprobar como la vara de medir no es la misma para todos.
Un sacerdote amigo lo expresaba así: «cuando unos mean, mean orina, otros, en cambio parece que mean agua bendita». Así podemos encontrarnos con que algunos son expulsados por homosexuales mientras otros, siéndolo también, se ordenan normalmente. ¿por qué razón?. Porque éste o aquél se las ha arreglado para pasar, seguramente a costa de mentir descaradamente y traicionar a otros con tal de tapar sus propios defectos. Y no hay nada que le guste más a un obispo mediocre que un chivato mediocre y manejable. (Que conste aquí que no acabo de entender por qué se debería expulsar a alguien por ser homosexual mientras su corazón quiera servir al Señor y a la Iglesia). Lo de la designación de formadores y rectores de seminarios daría para otro capítulo entero.
¿Y qué decir de la curia vaticana?. Bueno…es tan eficiente que no tiene mayores problemas en hacer santo a Juan Pablo II, un Papa que pasará a la historia por haber tirado el muro de Berlín pero también por haber encubierto a pederastas y haber alzado al episcopado a verdaderos inútiles e incompetentes. Yo, que siempre he sido muy de santos cuando era cura (y ahora también) no pienso rezar a ese personaje. Lo siento. Perdonen mi atrevimiento.
¿Y qué decir de la doctrina moral?. Bueno…nadie se la cree y mucho menos la practica. No conozco un solo matrimonio que no utilice el preservativo en sus relaciones. Jóvenes que se casan sin «probar» haber los hay (como las meigas) pero vete tú a saber donde. Los divorciados vueltos a casar ya directamente pasan de todo y van a comulgar igual, si no es en esta parroquia en cualquier otra.
Los homosexuales no pueden parar de reir, pues mientras la Iglesia les ataca y les niega la entrada al sacerdocio, contemplan como Chueca es evangelizada, los de la Curia se pasean por el Coliseo (y no precisamente para recordar los martirios) y cómo el cura de Churra saca a pasear la bicha. Pero los que verdaderamente tienen un problema son aquellos que no se «destetan a tiempo», esto es que han pasado de los pechos de mamá a los de «la prima» o «la amiga», que así se llama en el lenguaje clerical a las consabidas. Esos lo tienen claro porque eso sí que no se perdona. El celibato hay que cumplirlo sí o sí. La promesa de pobreza es otra cuestión que no viene a cuento. Si tus manos son avariciosas no tienes problemas pero como lo sea tu «Black and Decker» sí que lo tienes.
No bastará el maquillaje para solucionar todos estos problemas. Hay que lavarse la cara a fondo. Sin muerte no hay resurrección. Si los que han manejado los hilos hasta ahora se empeñan en seguir haciéndolo vaticino que la Iglesia perderá el último tren que le queda si es que no ha pasado ya y se han quedado todos en la estación con las maletas en la mano.
Una última nota aclaratoria. Yo no publico artículos por despecho con la institución o porque quiera que todos ardan en el infierno. Al contrario, le debo mucho a la Iglesia y conservo amigos dentro de ella (tanto sacerdotes como fieles). Precisamente porque aprecio a la institución hago visible lo que otros no se atreven a decir u obstinadamente intentan tapar en su propio beneficio, que no en el de la Iglesia en su conjunto. No me pagan por hacerlo. Podría quedarme en mi casa tranquilamente sin decir nada. Pero hoy no es más creyente y católico quien se calla. Ya se que a los obispos no les gusta pero pueden probar a echarle algo de azúcar, que mantiene despierto. «No duerme ni descansa el guardián de Israel»